sábado, 20 de febrero de 2010

Sobre los significados colectivos. Abraham Galarza Cid

Es muy grato encontrarse un libro con el cual se tienen muchas afinidades, pues su lectura nos proporciona aclaraciones a nuestras dudas intelectuales, aunque hacen aparecer nuevas interrogantes. Entre las afinidades está la idea entender y hacer de la psicología social una disciplina que tiene por tema de estudio la vida cotidiana, y el esfuerzo por clarificarnos este universo ambiguo desde el paradigma construccionista, lo que implica a su vez, un intento de hacer de la psicología social una transdiciplina. La tercera coincidencia es considerar que la clave de la comprensión de la vida cotidiana está en el estudio de los significados. Finalmente, una cuarta feliz coincidencia, es su corazón epistemológico anticientificista y antiobjetivista.

Quizás habría que comenzar por decir algunos pequeños desacuerdos, entre otros, que el título del texto es redundante: Los significados o son colectivos, o no lo son, aunque para afirmarlo con total contundencia hay que hacer las respectivas reflexiones teóricas para clarificarnos esos procesos. Ya Ludwig Wittgenstein daba cuenta de la imposibilidad de un lenguaje privado, y por ende de un significado privado, tal como aparece en las reflexiones del filósofo francés René Descartes, pues si algo caracteriza al lenguaje es su carácter público, pues nadie inventa un lenguaje que no siga reglas, es decir, no es posible un lenguaje con significados privados, con reglas de enunciación y producción que un solo individuo entendiera y aplicara. Tal situación sólo lo llevaría al solipsismo, la incomunicación y la locura.

Luz María Javiedes, en su estupendo artículo La Realidad Formalizada, expone los aspectos esenciales de los principales paradigmas en ciencia sociales hoy vigentes, en un texto pequeño, lo que denota una enorme capacidad reflexiva; en éste da cuenta de la importancia del debate acerca de “la realidad”, pues apelar a la idea de afianzamiento en la auténtica realidad, origina la creencia en la legitimidad de una versión uniforme del mundo y la experiencia humana. No obstante, a partir de la lectura de su artículo tengo la impresión de que la fenomenología es un paradigma de ciencia social a mitad de camino entre el construccionismo y la idea de realidad objetiva. Ante mi desacuerdo ante esta sugerencia, no puedo evitar mencionar al fenomenólogo más radical, y a la vez el más consecuente con el proyecto de la fenomenología, me refiero a Maurice Merleau-Ponty, En el Prologo de su obra La Fenomenología de la Percepción, considera que la fenomenología es un intento de describir nuestro contacto ingenuo con el mundo, previo a toda consideración científica o reflexiva. Esto implica romper con la actitud natural, es decir, la idea de que nuestro mundo está ahí, como lo dado, sin sospechar de la complicidad de nuestras estructuras de percepción en la conformación de ese horizonte.

A Merleu-Ponty hay que considéralo, también, como interlocutor de las temáticas abordadas por Pablo Fernández Christlieb en sus dos trabajos que aparecen en el libro: El Lenguaje: versión callada, e Introducción y notas a una psicología perdida, en los cuales, considero, se trata el tema de la existencia de significados no-lingüísticos o simbólicos, arraigados en el sentimiento, y construidos a partir de lo inefable. Por su parte, el proyecto radical de la fenomenología de Merleau-Ponty sitúa la génesis de los significados en nuestra vida “pre-ligüística”. Cuando estamos ocupados con nuestras acciones, realizamos el sentido del mundo sin llevar este sentido a la conciencia, o mente, es decir, es un sentido pre-lingüístico. (Cuando llevo la taza de café a mi boca, realizo el significado de la taza y el café, por ejemplo)

Este sentido pre-lingüístico tiene arraigo corporal en el sentir. El cuerpo no es, ese objeto analítico de los científicos, compuestos de un ensamble de tejidos, huesos y reacciones químico-eléctricas, sino la carne viva que esta-ahí, abriéndonos la dimensión del mundo, con ese poder que es la percepción, antes que lo habiten el lenguaje y el pensamiento.

Finalmente, me gustaría cerrar mi intervención con un par de preguntas con relación al artículo de Marco Antonio González Pérez, en el que expone la historia de la formación de la teoría de las representaciones sociales, sus antecedentes, sus principales representantes, sus tesis esenciales, así como las críticas que se han hecho a tal teoría. Mis preguntas son las siguientes: 1ª, ¿No sigue siendo la religión una de las principales fuentes de las que se alimenta el sentido común, mientras que las categorizaciones de origen científico fluyen de manera escasa hacia el seno de la sociedad? Es decir, quiero señalar el carácter controvertido de la tesis, según la cual “el sentido común es el conocimiento científico hecho común” (Pág. 135) En lo personal, cada semana me llegan correos electrónicos de personas, muchas de éstas con estudios universitarios, que consideran que si no reenvió ciertos mensajes de un tono religioso, emocional y hasta cursi, me va a ocurrir una serie de calamidades, que si fueran ciertas, ya estaría yo desde hace mucho tiempo en los apretadísimos infiernos.

2ª ¿Hasta qué punto la Teoría de las Representaciones Sociales puede ubicarse en el paradigma construccionista de ciencia social? Mi pregunta obedece a que, en la tradición filosófica, la categoría representación tiene una fuerte carga dualista: por un lado la realidad y por otro lado el conocimiento de ésta, su representación; Tiene, además, una fuerte carga de epistemología objetivista: El término representación es de origen escolástico, y alude a la idea del conocer como “similitud” entre un conocimiento frente a su objeto. Así, para Santo Tomás “Representar algo significa contener la similitud de la cosa”, según el diccionario filosófico de Nicola Abbagnano, significados con la misma connotación se hallan en Occam, Descartes, Wolf y de ahí pasa a Kant, para el cual, las representaciones son esquemas mentales públicos (Dartstellung). Comprendo que la teoría de las representaciones sociales alude a categorías sociales de pensamiento, que dotan al sentido común con capacidad de categorizar su experiencia, de guías para la acción, así como creencias, valores y actitudes, que dan origen a una experiencia con significado común para individuos pertenecientes a una misma comunidad, pero ¿Por qué llamarlas representaciones, cuando, quizás, podrían llamarse, con más elegancia, Teoría de los paradigmas del sentido común en la vida cotidiana? Me gustaría poder hacer más señalamientos a otros artículos del libro, para invitar a nuestros estudiantes a leerlo, pero para no abusar del tiempo del público y de la mesa, me limito a lo que he expuesto hasta el momento.
Por último, quiero felicitar por su esfuerzo a todas las personas que trabajaron para que este libro fuera posible, al Dr. Marco Antonio González Pérez, y al Maestro en Psicología Social Jorge Mendoza García, y, por supuesto, a la editorial del Tecnológico de Monterrey Campus Estado de México

Tlaxcala, Tlaxcala a 14 de Noviembre de 2002
GONZÁLEZ PÉREZ, M. / MENDOZA GARCÍA J. (compiladores) (2001) Significados Colectivos. Proceso y Reflexiones, México: Tecnológico de Monterrey

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