sábado, 20 de febrero de 2010

Presentación de Psic. Soc. Revista Internacional de Psicología Social, Volumen 1. Abraham Galarza Cid


Cuando comencé a leer la revista Psic. Soc me puse colorado, me dio susto y fascinación a la vez, luego vinieron los espasmos y me llene de extrañeza: era una especie de regreso a mi condición frenética de cuando era niño. En verdad la revista me encantó porque percibí en ella algo sensacional. Ahora veamos por qué.

Tomas Ibáñez se pregunta ¿Por qué investigan los psicólogos sociales? Yo no soy, oficialmente, un psicólogo social o un investigador. Esto, claro, es una categoría de clasificación burocrática de las personas que trabajan en una universidad, que no siempre refleja una situación concreta. No obstante, voy a intentar dar una respuesta a esta pregunta de Ibáñez, porque creo que es la esencia de la revista Psic Soc. y voy a dar un intento de respuesta a partir de lo expuesto en el ensayo de Pablo Fernández Christlieb, Psicología Colectiva de las cosas y otros objetos

En su ensayo, Fernández Christlieb señala que su objetivo es demostrar que la percepción y la cultura son:
1) construcciones históricas culturales
2) Que existe una correspondencia entre la manufacturación humana de objetos físicos y conceptuales y la aparición de distintos sentidos de la percepción
3) Dentro de la cultura se da otro modo de aprehensión o experienciación de la realidad que no es perceptual ni sensitivo.

Fernández Chistlieb propone que la Frénesis (Phrenesis), es un todo de facultades afectivas, que producen fascinación, susto, espasmos y extrañeza, que era la forma más común de estar en el mundo al inicio de la Era Medieval, un mundo en el cual no había muchos objetos: por ejemplo, había un solo color, el rojo; éste era un color en el sentido en que los entendemos hoy, un objeto-cromático diferenciable y separable de las otras cosas del mundo; como objeto, rompe el flujo del aparecer del mundo. Objeto es lo que se opone, es decir, se pone frente a nosotros como ajeno, separado. En el universo de la frénesis las cosas eran alcanzadas, pensadas, percibidas, sentidas en una totalidad de pensamiento y emoción.

Así, el rojo-objeto, que podía fabricarse a partir de manipular plantas y animales, se incrusta en los escasos y sagrados objetos de la alta edad media, en las ropas de los purpurados cardenales (púrpura era un rojo intenso y saturado, y el cardenal es un ave roja; la ropa se teñía, es decir, “se pintaba de rojo”, en el significado inicial de esta palabra); Así, llenarse de color era ponerse colorado (como aun decimos en castellano) Y no es que el mundo se contemplara en blanco y negro, simplemente las otras cualidades que adornaban el mundo no eran colores-objeto, separables de las cosas, de esta manera el verde del bosque era inconcebible en forma separada y reificada.

Las cosas de la alta edad media eran subjetivas: los muebles, las herramientas, las plantas y animales podían hacer lo mismo que las personas, y las personas, podían conducirse como las cosas, por eso se podía conversar con los animales, convertirse en animal, o leer el destino humano en la palma de la mano, dictado desde el mismo cielo. Todo era mágico, todo era posible, pues todo era sagrado y extraordinario. No había principio de no-contradicción, no había experiencia analítica y abstracta, o relaciones de causa y efecto. No hay sujeto opuesto a un mundo de objetos. Parafraseando a Jean Poirier lo resumiremos así: las sociedades tradicionales no reificaron su experiencia del mundo.

El mueble emblemático de la Alta Edad Media era el cofre o baúl, un espacio en que hay lugar para un todo sin distinciones o jerarquías conceptuales, pues el mundo es una unidad. El mundo de Europa hoy es considerado como la herencia grecorromana. Es decir, una tradición de cultura y política racional. Pero Fernadez Christlieb nos recuerda que Europa era también el mundo de los celtas, que son algo así como la cultura emblemática del mundo de la frenesís, cuyos últimos representantes son las brujas quemadas en las hogueras cristianas y racionales del siglo XIV. Después de la lectura de este ensayo, pienso que aun tenemos una variedad de instituciones que someten a aquellos que abiertamente están en el mundo de la frenesís: desde hospitales psiquiátricos, hasta filosofías de la ciencia y metodologías científicas que combaten al mito y el sentido común, pasando por instituciones jurídicas que niegan del derecho a existir a las sociedades tradicionales o frenéticas, como las indígenas. Nuestra civilización descansa en la quema de brujas.

El tiempo corre, viene el progreso que se puede medir en términos de mayores cosas manufacturadas y más objetos que se oponen y desligan del flujo del mundo: los pulidores de lentes, desde el siglo XI dan lugar a la aparición de cosas lejanas e inaccesibles a las manos, pero percibidas por la vista: los planetas, posteriormente los microbios, y hoy en día, sus descendientes modernos, perciben los átomos y la antimateria o las partículas cuánticas o los hoyos negros. Ya para entonces hay dos palabras en castellano con el mismo significado: percipere y sentire, es decir, la acción de percibir por los sentidos o percibir como sentir.

Llega el siglo XVII con la definitiva separación entre percibir y sentir, que pasan de ser unas actividades de las personas, a unos objetos del mundo a partir de un giro en el lenguaje, que los hace, de los verbos sentir y percibir, a los sustantivos: sensación y percepción, con lo cual, se reifican, debiendo encontrar su lugar en la realidad por medio de una clasificación científica.

Esta época tiene por mueble emblemático la cómoda, una cajonera, que no es más que un dispositivo de clasificación de enseres domésticos, pues bien, La Ilustración es una taller de cómodas que ponen en lugares especiales los distintos objetos que va creando con su propia clasificación, Linneo construye una cajonera para aves, animales, plantas, y hasta olores. Mientras que el cajón de la psicología acomoda la emoción y la voluntad. Por su parte, la física es la que dicta la forma de poner orden en la casa, dando lugar a la tradición de acomodar el orden acorde a la realidad física. Los objetos se han multiplicado a miles en el mundo.

Finalmente, el siglo XX, satura al mundo de objetos, con la parición de objetos que no se ven, ni se oyen, o huelen, son los objetos informacionales, los datos lógicamente acomodados y clasificados y enlazados a partir de complicadas redes de reglas de lógica y sintaxis. Hay un órgano receptor de la información, la cognición y un mueble emblemático de esta cognición: la computadora, que no es más que un cofre en el que cabe todo el mundo, con sus cajoneras y vitrinas de clasificación de objetos virtuales, como los 60 mil colores que no se ven, ni tocan, pero, como dice Fernández Christlieb, existen porque sabemos de ese dato.

Finalmente, nos señala, que la Frénesis no se ha extinguido en la vida cotidiana, está presente en la conversación, en la investigación de algunas figuras excepcionales como Wundt cuando hace su Psicología de los Pueblos o Bergson cuando habla de la dimensión del tiempo, figuras intelectuales a las que yo añadiría a Heidegger, Merleau-Ponty, Maturana, Bateson, Kent Wilbert, etcétera.

Ahora bien, ¿Por qué los psicólogos sociales hacen investigación? ¿Porque navegan hacia el placer?, Así es, y es que este viaje los pone frenéticos. Veamos:

Las teorías, de cualquier índole, se conciben, en primera instancia, como entidades abstractas, que representan aspectos cuantificables del mundo, dando lugar a una interpretación objetiva de éste. No obstante, aquí consideramos que todo lo que decimos, gracias a la Frenesís, lleva la marca de nuestra vida cotidiana, incluida la ciencia. De esta manera, nuestras descripciones científicas copulan, nacen, comen, crecen, se ven amenazadas, o amenazan, pelean, juegan, se enojan... y mueren. Existen demonios que atrapan moléculas lentas que pasan del calor al frío, como el demonio de Maxwell; se habla de átomos, millones de veces más diminutos que pulgarcito, pero que se mantienen unidos por la fuerza de millones de Hércules y Sansones a los que llamamos energía nuclear; Hoyos negros gravitacionales que podrían tragarse al universo entero, como en las novelas de H. P. Lovecrat; En otros casos, los objetos científicos tienen características humanas o animales: Por ejemplo, Los números se “multiplican”, las palabras, tienen género masculino o femenino, las ideologías “mueren”, las economías “sanas” “crecen”; los estudios sociales señalan que los medios de comunicación y publicistas “seducen” a su público, con su “carisma” etc.

Los científicos gustan de expresarse en un lenguaje no apto para no iniciados, no obstante, los que no sabemos de ciencia, consideramos que el mundo abstracto se deriva del mundo de la experiencia humana cotidiana El lenguaje científico se llena de sentido, antropomorfizando y animalizando a todas nuestras percepciones y sensaciones, tanto físicas e imaginarias, científicas o del sentido común haciendo posibles los discursos míticos, religiosos, políticos y, aun los científicos. El mundo de descripciones científicas sólo es posible por estar imbuido en un mundo de frenesís, pero al cual no se le quiere hacer su justo reconocimiento. Los investigadores investigan porque ese espacio es un reducto clandestino de la frenesís, en el cual pueden rememorar sus días en que, un objeto inanimado, digamos un juguete manufacturado industrialmente, se llenaba de vida gracias a su sentido común. Pero no se lo digamos a los burócratas que quieren hacer de este mundo algo objetivo y serio.
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Tlaxcala, Tlaxcala, 10 de Septiembre de 2002


Psic. Soc. Revista Internacional de Psicología Social, Volumen número 1, Julio-diciembre 2002
La reseña en la revista Entornos (número completo):

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