martes, 28 de octubre de 2025

LA MUERTE NO NECESITA PERMISO Una reflexión filosófica-cultural sobre la muerte Abraham Galarza Cid

 


Profesor de tiempo completo. Universidad Intercultural del Estado de Puebla- Plantel Sur Tlacotepec de Benito Juárez, Puebla.

 

Resumen: en este trabajo presentamos una reflexión filosófica sobre un tema profundo y universal: la muerte. A partir de algunas preguntas detonadoras se indaga sobre lo que sucede con nosotros después de la muerte, qué es nuestra conciencia y si esta tiene una cualidad que sobreviva a la muerte; la razón de que la muerte sea un acontecimiento tan doloroso, y si ésta le da o le quita sentido a la vida.

Palabras clave: Conciencia. Lenguaje. Duelo. Sentido de la vida. Filosofía de la cultura.

 

Introducción

La muerte es uno de los grandes enigmas de todas las tradiciones culturales, no solo de la filosofía, todas las religiones, y misticismos de toda índole han dado respuestas a ésta; la filosofía, en cambio, generalmente hace más preguntas que ofrecer una respuesta.

En este trabajo haremos lo mismo que esas tradiciones: dar respuestas basadas en el análisis filosófico, claro, generando primero unas preguntas, quizás nada originales, circulan en los mundos académicos, pero también en el sentido común en la vida cotidiana, y merecen la pena ser contestadas, preguntas apremiantes que yo mismo me hacía antes de adquirir mi formación filosófica, al igual que otras personas que no cuentan con las herramientas de estas disciplina, por lo que no puedo desaprovechar la oportunidad de darme una respuesta.

La muerte está entrelazada con nuestras creencias religiosas y teorías filosóficas acerca de nuestra mente y de nuestra alma (si es que son los mismo), pues, aunque es evidente que cuando morimos como cuerpos nos desintegramos; aquello que nos hace pensar, lo que nos da nuestra identidad individual, nuestra voluntad y libertad, aseguran muchos, es capaz de sobrevivir a la muerte.

Para tratar estas interrogantes y otras más, haciendo eco de la celebración mexicana del “día de los muertos” del mes de noviembre, presentamos este ensayo. Desde nuestra perspectiva filosófica y personal enfrentamos el gran interrogante, desglosado en otras incógnitas relacionadas:

1.     ¿Podemos saber qué sucede con nosotros después de nuestra muerte?

2.     ¿Qué es nuestra conciencia o qué somos como sujetos pensantes? ¿hay algo sobrenatural en esta que le permita sobrevivir a nuestra muerte?

3.     ¿Por qué el fenómeno de la muerte, propia o de alguien cercano nos genera tanto dolor? ¿es posible aceptarla sin este trance amargo?

4.     ¿La muerte le da significado a nuestra vida o la hace carente de éste?

A continuación, ofrecemos nuestra reflexión a estas cuestiones

 

1.     ¿Podemos saber qué sucede con nosotros después de nuestra muerte?

Me gustaría aludir al criterio de demarcación del positivismo lógico y del racionalismo crítico, así como al primer Wittgenstein cuando afirma en su Tractatus: “La muerte no es un acontecimiento de la vida” (6.4311), (Wittgenstein, 1975): En primer lugar, no hablamos de nuestra descomposición orgánica debajo de una tumba o en un horno crematorio, sino de un tipo de vida y existencia posterior a la muerte. Todo lo que podemos decir que sucede con nosotros después de nuestra muerte no es más que pura especulación, imaginación o deseos sin ningún asidero, pues no tenemos ninguna certeza de que nuestras afirmaciones sean verdaderas o falsas. Es decir, son enunciados que no tienen condiciones de verdad.

Por otro lado, como Popper propone (2008), ante toda conjetura debemos aplicar el principio de falsación, y nos percatamos de que afirmar que podemos saber qué sucede con nosotros después de nuestra muerte, es una conjetura imposible de falsear, ya que no aluden a ningún lugar al que tengamos acceso, por ende, son imposibles de operar sobre sus condiciones para saber si resisten la prueba de la verdad que es la falsación.

El primer Wittgenstein dijo: “de lo que no se puede hablar, hay que callar” (6.54/7) (Wittgenstein, 1975). Es decir, si lo que nos interesa es determinar la precisión de la descripción de este acontecimiento, y no su valoración moral; entonces es imposible saber qué ocurre y no podemos decir nada, pues nuestro equipamiento cognitivo, como bien la sabia Kant, no puede rebasar las condiciones de nuestra experiencia física para describir acontecimientos en espacios públicos. Esto es aceptable si estamos jugando el juego de la descripción de realidades.

Alguien puede objetar que esto es arrogancia intelectual y que nuestra racionalidad no es capaz de atrapar todo, pero tal objeción sólo está aplicando la falacia del argumento ofensivo, y no hay tal arrogancia, pues se enfatiza con mucha humildad los límites de lo que podemos conocer.

Por otro lado, estos planteamientos, por supuesto, no van a acabar, ni pretenden censurar los relatos que tratan esta situación. Es parte de los temores humanos insolubles y seguirá existiendo la pregunta, pues cada uno de nosotros se enfrenta al problema de la extinción de su persona; además, porque nuestro equipamiento cognitivo no solo mira fuera de sí, sino también dentro de sí, y ahí, en nuestros mundos privados, la imaginación, la poesía, la metáfora pueden darnos la inmortalidad y escenarios posibles en los que encontramos una respuesta individual para esa pregunta tan angustiante.

Finalmente, como Blaise Pascal (Pensamientos. III, §233) (1986), podemos jugar una apuesta, pensando que es mejor creer (si existe, ¡ganas el cielo!; que no creer (si no existe, no pierdes mucho); creer que existe algo después de nuestra muerte; y en ese escenario al que apostamos que existe, imaginamos que seguimos “viviendo” de alguna manera, junto con todo lo que amamos en esta vida.  Esta postura es, como decimos los mexicanos, “echarse un volado”, lo cual, presupone lo que hemos mencionado antes: es imposible obtener una respuesta plenamente clara e indubitable ante esta interrogante; Así, podemos optar por tomar una postura crítica y aceptar que no hay respuesta, o suponer que nuestra imaginación tiene al menos una probabilidad de estar en lo correcto y así ponerle morfina a esta pregunta tan dolorosa e inquietante.

 

2.     ¿Qué es nuestra conciencia o qué somos como sujetos pensantes? ¿hay algo sobrenatural en ésta que le permita sobrevivir a nuestra muerte?

En primer lugar, somos seres naturales que han emergido de un largo proceso evolutivo que no nos ata a ningún nicho ecológico especifico y especializado, pero que tiene como condición, para sobrevivir en la adversidad y en una diversidad de esferas de la naturaleza, sustituir con nuestra cultura y herramientas aquello que no nos dio la naturaleza.

Necesitamos un cuerpo protegido y alimentado con equipamiento cultural para sobrevivir; para lograr esto, hay otra condición que nos sitúa en un espacio que ya no es la naturaleza, el mundo social: nos enfrentamos a la naturaleza para obtener nuestra supervivencia no de manera individual, sino colectiva y lo hacemos a lo largo de la historia.

Para convertirnos en un sujeto colectivo e histórico necesitamos un vínculo que nos aglutine como una colectividad que trasciende las individualidades y las generaciones; el lenguaje es ese vínculo que nos une como un sujeto colectivo, y une a todas las generaciones de humanos en el tiempo.

Tenemos una fuerza creativa y constructiva similar a la de una colonia de hormigas. Una hormiga es indefensa como individuo; es su comunicación química la que la convierte en parte de un ser más poderoso: el hormiguero. (Maturana y Varela, 1990).

Esta conexión entre los individuos, como entre las generaciones es difícil de identificar porque careceremos de una conciencia histórica: el individuo no percibe esa voz que le habla para sí mismo, como lenguaje, sino como una voz sobrenatural que habita dentro de sí y le llama “su mente”; no se percata que piensa en un determinado idioma y que usa herramientas culturales con significado convencional, los símbolos del lenguaje, para definirse a sí mismo. Eso, por ejemplo, es lo que le pasa a Descartes. Wittgenstein señalo ya la imposibilidad de un lenguaje privado (1988), el lenguaje puramente mental o “mentalés”, cuando en realidad hemos interiorizado un lenguaje que obedece a reglas sociales públicas, que permiten vincularnos y coordinarnos, que se generó anónima y colectivamente a lo largo de la historia.

Este lenguaje se puede usar para hacer descripciones de nuestra experiencia que transcurre en la historia de nuestro desarrollo individual, (Maturana y Varela: 1990), posibilitando darnos una identidad continua a lo largo del tiempo en diversos contextos al que llamamos “nuestro yo”.

 Un “yo” es, originalmente, una partícula gramatical, un turno para hablar, y cuando escuchamos somos un “tu”; ese “yo” que se genera en una interacción social, gracias al lenguaje, cuando la interiorizamos, lo pensamos bajo una metáfora ontológica que convierte al “yo gramatical” en un “yo sustancial”; aunque consideramos que es una sustancia distinta al mundo material y por eso no se puede degradar como todo lo que pertenece al mundo físico.

Ese “yo gramatical” es el protagonista de todas las narrativas que dan cuenta de nuestra historia de interacciones en el mundo social o en nuestro mundo de experiencias particulares; podemos inventar narrativas donde seguimos siendo los protagonistas de aventuras en un mundo no físico situado más allá de nuestra vida y convertirnos, en esa historia, en seres sobrenaturales que sobreviven a la muerte. 

Así, pues, considero que lo que nos hace pensar, lo que nos hace “sujetos”, no tiene nada de sobrenatural; lo que llamamos conciencia es el lenguaje que describe nuestra experiencia interior, existe bajo ciertas condiciones mientras pertenecemos al mundo social, pero, en cuanto dejamos de pertenecer a este mundo, con nuestra muerte, el proceso se termina, pues carece de sentido ejercer  un lenguaje cuando dejamos de ser personas y nos convertimos en cosas y no nos vinculamos ya más a los otros humanos. 

Nuestra voz habla gracias a nuestro cuerpo, nuestro sistema fonador que usamos simultáneamente para alimentarnos y respirar es una máquina de hablar, no podemos tener conciencia sin cuerpo y sin pertenecer al mundo social y la cultura:   estas dos fuerzas han domesticado a nuestro cuerpo para hacerlo hablar.

Hagamos un breve experimento: pensamos en algo, en silencio, coloquemos nuestra mano con el dedo pulgar e índice sobre nuestro cuello mientras pensamos en silencio: nuestro aparato fonador sigue cumpliendo rigurosamente en silencio las reglas fonéticas.

 Pasemos ahora al interior de nuestra boca, continuemos usando nuestra enigmática mente para continuar pensando, y simultáneamente focalicemos cómo nuestra lengua se coloca en distintos puntos de nuestra cavidad bucal, articulando los silenciosos sonidos de la voz que vive en nuestra mente. Nuestra supuesta alma, no puede prescindir del trabajo del aparato fonador: aun en silencio vibra y articula ligeramente con cada palabra de “nuestra mente”

3.     ¿Por qué el fenómeno de la muerte, propia o de alguien cercano nos genera tanto dolor? ¿Es posible aceptarla sin este trance amargo?

Para dar respuesta a esta interrogante considero dos condiciones, una biológica y otra social:

Una condición biológica evolutiva que hace a los seres humanos sufrir sus pasiones de forma desmesurada, hybris o desmesura lo llamó Edgar Morín   en su obra “El método: las ideas”, retomando el termino griego para desmesura; el placer, el dolor, la ira, la risa se desbordan en los humanos, mientras que en otras especies cuando llega la muerte, de sus críos por ejemplo, inmediatamente se ocupan de continuar en su lucha por sobrevivir con los que quedan vivos y garantizar la continuidad de la especie.

Con nuestra condición de hybris, todas estas emociones nos llevan frecuentemente a los límites de la locura, se dilatan en intensidad y duración. Y el dolor por la muerte no es la excepción. Nuestros rituales que honran al muerto sirven para mesurar nuestras emociones y dolor. 

Por otro lado, y como parte de esta misma dimensión biológica, la desmesura es una estrategia necesaria para la supervivencia en el mundo natural, que permite que unos pocos vivan ante la muerte de muchos otros (Morin, 1992).

Las amenazas para la supervivencia exceden en cantidad y poder a cada individuo viviente, el nacimiento de pocos sería fatal para cualquier especie. Como contrapeso el nacimiento desmesurado de individuos de la misma especie posibilita que algunos sean afortunados en sortear las amenazas contra su vida.

Peces y anfibios ponen millones de huevecillos, millones de semillas y polen son producidas por plantas, al igual que millones de espermas y cientos de óvulos derrocha la naturaleza para que sólo unos pocos afortunados vivan, como si la naturaleza jugara una extraña lotería.

Los animales viven en un universo natural, en dónde no hay memoria, calendarios, ni tiempo, aunados a una conciencia de estos elementos, es decir que nosotros vivimos en universo simbólico y eso hace a la muerte muy compleja: la muerte humana tiene un significado cultural, que nos hace tener una conciencia anticipadora de lo inevitable y una memoria que conserva a sus muertos y al dolor por su partida, lo que nos lleva a temerle como a ninguna otra cosa en el mundo y rechazarla radicalmente. No hay muerto que no se llore, que no duela, no nos consideramos como solo un huevecillo o semilla dilapidada e irrelevante, perdida para siempre.

Además, el significado social y cultural de la muerte se relaciona con la organización económica política, así como de las ideologías y narrativas que sustentan el diario vivir de esas sociedades.

Así, vivir en una sociedad moderna capitalista extremadamente individualista, secular y desencantada, hace del dolor por la muerte de un ser querido un problema subjetivo y privado, sin ningún acompañamiento social y, por tanto, carente de solidaridad y de empatía. Como este orden social no se quiere cambiar, el dolor que sentimos por la muerte de nuestros seres amados se patologiza y medicaliza, y se trata como un asunto privado, que un experto debe ayudar a resolver lo más pronto posible para reincorporarse al mundo productivo donde, supuestamente lo normal es la alegría y la felicidad en todo momento.

En otras sociedades más tradicionales y de vida comunitaria, la vida y la muerte de sus miembros es un asunto que involucra a todos. Por ejemplo, en algunos lugares de Oaxaca el casarse es un asunto de toda la comunidad, debes tener todo lo necesario para tu vida de casado con el apoyo de todos: con padrinos de refrigerador o de comedor.

La muerte no es un asunto diferente: todos llegan a rezar, cocinan, se despiden del difunto y después de su inhumación, durante días, meses o años, continúan los rituales fúnebres. Estos rituales hacen que la muerte se vea como un acontecimiento necesario del ciclo de la vida, en el que los otros “te acompañan en tu dolor” y dan entereza ante lo inevitable.

 

4.     ¿La muerte le da significado a nuestra vida o la hace carente de éste?

Retomare uno de los versos del poema “La prosa de la calavera” de José Emilio Pacheco: “Gracias a mí todo es inexpresablemente valioso porque todo es efímero y jamás se repite” (1983).

Desde que nacimos estamos sitiados por la muerte, cualquier paso en falso nos puede regresar a la nada: una enfermedad, un accidente, un descuido idiota, pasar por donde no deberíamos, o una conspiración contra nuestra vida.

Elaboramos planes proyectándonos al futuro tratando de evadir este estado de sitio, para asegurarnos un futuro en el que hayamos superado carencias y necesidades que constantemente nos amenazan, pero, al final, como bien lo sabe Heidegger, nada garantiza que se cumplan; pensar en el cumplimiento puntual de nuestras metas es un sueño que vivimos despiertos, hace que nuestra vida parezca asentada sobre un suelo solido; y nos hace olvidar, o esconder nuestra clara conciencia de nuestra finitud, y eso parece hacernos felices.

Por otro lado, nosotros somos parte de un proceso vital que nos trasciende, un paso necesario dentro de éste, pero cuya huella parece borrase muy pronto. La vida es mantener un continuum en el tiempo, en el que cada uno de nosotros pasa a integrarse al todo del fluir de la vida, para luego pasar a la sombra una vez que hayamos hecho nuestra contribución; por eso no trascendemos como individuos más allá de este proceso.

Los significados sociales para la muerte son muy importantes para saber si la vida tiene o no un sentido.

En la cultura individualista y capitalista actual, en la que el significado de la vida sólo se enfoca en nuestro ego y sus circunstancias más inmediatas, la muerte es completamente absurda por que, para esta cultura, todo lo valioso comienza y termina con el individuo. Para el individualismo “lo mío”, cuando pasa a otras manos sin ganancia alguna es una desgracia.

Para una perspectiva enfocada en la totalidad del devenir, la herencia cultural que recibes, incrementas, innovas y das en herencia a las siguientes generaciones, es una de las cosas más dichosas, pues te realiza más allá de los límites de tu tiempo.

Lo anterior no minimiza el sufrimiento, el sacrificio y el dolor que experimentan las personas como individuos por su contribución a la realización de sí mismos y en especial de los demás. El dolor es uno de los costos de nuestra pequeña felicidad. Lo que subrayamos es que nuestra muerte en esta segunda perspectiva cultural no es absurda, por su contribución al mantenimiento de la vida del todo.

Por otra parte, cada individuo es un universo por sí mismo, intenso en vivencias, emociones, significados, creatividad y pasiones, pero el cual, algún día tarde o temprano, acaba por colapsarse. Pero si el significado de nuestra vida estuviera tan solo en nuestra individualidad, efectivamente seriamos un “ser-para-la-muerte”.   Al respecto dice José Emilio Pacheco en su poema “Jardín de niños” (1984), con lo cual concluimos este trabajo, tomando este poema como una postura nuestra:

“Pero que importa esa agonía

Si te derrumbas, si te mueres

Habrá otro siempre

Para acabar cuanto empezaste

Nada es inútil,

Tu misma muerte

Transmitirá la vida a quienes lleguen

El mundo

No morirá (lo sabes)

Cuando te extingas.”

 

 

 

 

 

 

Referencias bibliográficas

Maturana, H. y Varela, F. (1990). El árbol del conocimiento: Las bases biológicas del conocimiento humano. Editorial Debate.
Morin, E. (1992). El método: Las ideas (Vol. 4). Ediciones Cátedra.
Pacheco, J. E. (1983). Los trabajos del mar. Ediciones Era.
Pacheco, J. E. (1984). Fin de siglo y otros poemas. Fondo de Cultura Económica.
Pascal, B. (1986). Pensamientos. Alianza Editorial.
Popper, K. R. (2008). La lógica de la investigación científica. Editorial Tecnos.
Wittgenstein, L. (1975). Tractatus logico-philosophicus. Alianza Editorial.
Wittgenstein, L. (1988). Investigaciones filosóficas. Editorial Crítica.

 

 


LA MUERTE NO NECESITA PERMISO Una reflexión filosófica-cultural sobre la muerte © 2025 by Abraham Galarza Cid is licensed under Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0 International

 

Des-encanto

 

Ni los ángeles ni las hadas existen

Pero los monstruos que engullen niños si...

 

Ni la humanidad ni la compasión existen

Pero los humanos bellos e indiferentes si...

 

Ni los valores morales y éticos existen

Pero la bolsa de valores si...

 

Ni la intervención divina

ni su santa indignación ante el mal

existen

Pero los pecados y rezos

perdonando a los malvados si...

 

Ni la magia ni los milagros existen

Pero el mago y el santo Papa si...

 

No sé sí su sonrisa y sufrimiento existieron

¿O la vi en un sueño?

Pero la exquisita tecnología que la convirtió en polvo si…

 


Abraham Galarza Cid

Impotente y vulnerable poema dedicado a los niños y niñas de Palestina 


Des-encanto. Impotente y vulnerable poema dedicado a los niños y niñas de Palestina © 2025 by Abraham Galarza Cid is licensed under Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0 International

lunes, 7 de julio de 2025

EL AURA DE MARIANITA*

 

Abraham Galarza Cid

Apenas nació Marianita, ya tenía el proyecto de ir a la escuela; los niños y niñas podrían carecer de muchas cosas: riqueza, juguetes, fiestas de cumpleaños o ropa bonita y cara. Pero de lo que no podían carecer era de una buena educación en la escuela y entre más temprano comience… ¿Mejor?

El proyecto no era de ella, como a muchos nos pasa en nuestra muy temprana infancia. De todos modos, a su edad no tenía nada claro lo que quería, ni sabía por qué se tiene que hacer todo eso. Así que cuando apenas había aprendido a hablar, se fue a la escuela.

Al principio a Marianita le gustó mucho que le compraran ropa, su mochila, cuadernos, lápices y que le prepararan una comida para almorzar en el recreo. Cuando veía a su hermano Neto ser objeto de todas esas atenciones, le daba la impresión de que la escuela era algo lindo y especial, pues sus papás dedicaban mucho tiempo a ¿qué le falta a Neto para estudiar? Mientras sus narices se inflaban de orgullo sobre los logros de su hermano. Pero para Marianita inició el infierno.

Empezó por despertarse muy temprano, a las 8 de la madrugada, para ella que dormir hasta tarde era sagrado. Justo cuando acaba de cumplir tres años, su maestra les comunicaba a sus estudiantes su objetivo: que lo más pronto posible estuvieran leyendo y escribiendo, además de saber contar, hacer sumas y restas.

Para lograr ese sueño, no de Marianita, sino de sus papás y de su maestra, debería esforzarse mucho, hacer sacrificios y dedicar la mayor parte de su tiempo en la escuela y en su casa para aprender todo eso.

Numerosas actividades como realizar rayitas, bolitas, caracolitos; para posteriormente pasar al aeiou, luego al abc, sin dejar de lado el 12345678910; no podian faltar numerosos recortes y manualidades, entre otras actividades.

Marianita estaba enojada todo el tiempo en ese lugar; creía que, si dejaba de hacer sus tareas, su maestra se cansaría de esperar y, con ganas de regresar a su casa, la dejaría ir. Pero no. El general, perdón, la maestra, no dejaba salir a nadie de la escuela hasta que terminara sus trabajos. Su mamá llegaba por ella, y pasaba una, dos horas, y muchas veces hasta la madrugada lograba terminar, o por lo menos ese tiempo le parecía a Marianita que transcurría. Todo para que en su casa comenzara el segundo capítulo, con otro millón de tareas que apenas lograban terminar a la media noche, con su mamá en el relevo de la maestra, en el puesto de vigilancia y capataz de la prisionera, perdón… de la estudiante.

Su papá apoyaba este rudo régimen carcelario, pues, según recuerda desde su muy, muy, muy, muy lejana infancia, a los niños y niñas se les ha aplicado desde siempre aquella ley que dice “la letra con sangre entra”, tal y como habían hecho con él.

Marianita se cansó: acabó por molestarle todo lo que fuera escuela. Un día muy seriamente, y con una madurez que solo da una dura infancia, le dijo a su madre, muy enojada:

—Sácame de la escuela, me voy a poner a trabajar. —Y así lo hicieron.

En una ocasión, cuando toda la familia fue a la ciudad capital a trabajar, vendiendo gelatinas, panecillos rellenos de mermelada, espejos, chocolate en polvo y otras cosas que ellos fabricaban para ganarse la vida, Marianita escuchó un sonido impactantemente hermoso que salía de un antiguo edificio; nunca había escuchado algo igual y quería ir a ver qué pasaba ahí.

Sus papás no le prestaron atención al sonido; con tantas preocupaciones para ganarse el pan, les parecía perder el tiempo, pero ante la insistencia de Marianita, la dejaron ir a ver qué eran esos hermosos sonidos, con la condición de que, en cuanto lo averiguara, regresaría con ellos a trabajar.

Entró a un lugar oscuro con luz en el centro; un pequeño grupo de personas sentadas ponía su atención en una joven de cabello azul brillante, que tocaba una pequeña guitarra, pero poniendo algo así como un palo sobre el cuello del instrumento; después supo que se llamaba violín.

Marianita se sentó, cerró los ojos para escuchar mejor y sintió todo tipo de emociones e imágenes: tristeza, miedo y alegría, que estaba volando, que había ido más allá de este mundo en el que estamos y por un segundo lo sabía todo. Todas esas emociones y situaciones pasaron por ella en una brevedad de tiempo.



Pacientemente espero a que terminara todo; después de un aplauso final se acercó a la violinista. Extrañamente, noto que su pelo era ahora oscuro, pero no era importante eso. Se presentó, le dijo que era maravilloso lo que hacía y le preguntó si podía aprender ella a hacerlo. También la chica se presentó, se llama Doux, quien, llena de alegría por apreciar lo que hacía, le dijo que sí, pero que necesitaría un violín para enseñarle, que en cuanto lo tuviera, la buscara en su trabajo, lo que sorprendió a Marianita, que una gran artista trabajara llevando libros de cuentas para los negocios de la ciudad.

Después de ese encuentro, corrió a ver a sus papás, les contó lo que pasó y que necesitaba urgentemente un violín. A su papá le dio un dolor muy intenso en su codo mientras escuchaba; por su parte su mamá se puso muy feliz de que Marianita quisiera estudiar algo por su propia iniciativa, pero le preocupaba encontrar un violín en ese lugar. Como no había tiendas de violines, sus papás acudieron con sus amigos y familiares para conseguirlo.

El tío Maggio, un amigo de juventud de su papá, era un maestro carpintero experto en fabricar muebles finos y delicados; dijo que él lo haría con gusto y con la ayuda del abuelo Sami. Pero necesitaba un tipo de madera especial para hacerlo.

El tío Huggies, un empedernido bromista y dicharachero personaje, que trabajaba con su carruaje tirado por caballos para llevar personas y cartas a ciudades alejadas, a pesar de haber estado enfermo, se ofreció para conseguir la madera. Desde ese día, el tío Huggies anda más fuerte que nunca haciendo felices con sus bromas a sus pasajeros mientras trabaja.

El tío Maggio pidió prestado el violín de la señorita Doux, lo midió por todos lados, hasta el grosor de las cubiertas; así trabajó cada detalle y cuidado, como siempre hace su trabajo. Con las medidas hizo un molde en papel para cortar y ensamblar la madera. El abuelo Sammy se encargó de completar el trabajo colocando los herrajes y cuerdas que con mucho amor hizo para su nieta, para finalmente ponerle pintura y barniz: el resultado, un hermoso violín. 

Aún falta ver si cumplía con su función; la señorita Doux lo tomó en sus manos, movió los herrajes, mientras mencionaba el nombre correcto de cada parte, dijo:

—Perfecto, vamos a comenzar —empezando a producir sus dulces y melancólicos sonidos y comenzará la primera clase de música para Marianita.

Para ese día especial, el abuelo Sammy y la abuela Tammy prepararon una rica comida italiana a la que todos ellos acudieron, hasta el tío Sammy Jr. que vivía en un lugar muy distante, llegó ese día tan especial.



La persona más contenta era la señora Mariana: su hija había elegido estudiar, no por la fuerza, sino por propia convicción. Ella en su juventud tuvo muchas ganas de estudiar, pero su familia no tenía tantos recursos para mandarle a la escuela; así que emprendió un viaje, junto con su hermano Sammy Jr., por lugares muy peligrosos, en un país distante, para conseguir un trabajo y juntar dinero para estudiar. Aunque ella logró terminar su carrera, fue muy difícil encontrar trabajo para lo que había estudiado. Pero eso nunca fue un obstáculo para cuidar a lo que más amaba, por eso todo el día se le veía trabajando y haciendo planes para tener más ingresos para sus polluelos y ella tener una vejez tranquila. Además, estaba feliz porque creía que Marianita a partir de ese acontecimiento mejoraría en sus estudios cuando regresara a la escuela. Y tenía razón.

Marianita comenzó a dominar los números, las letras; se le empezó a facilitar hacer estas cosas, como si la disciplina que exigía la música la hubiera hecho fuerte y hábil para otras actividades escolares.

Debo advertir que este cuento no es uno de hadas, dónde las personas son completamente perfectas. Marianita no fue una alumna de puros dieces, pero le fue mucho mejor desde entonces, aunque a veces tenía sus recaídas y tenía ganas de dejar todo, sin pensar que no se puede renunciar al trabajo personal que debemos dedicar a lo que nos gusta.

 La maestra Doux le contó que cuando era niña tenía muchas ganas de ser violinista, pues cuando escuchaba esa música sentía una emoción muy extraña dentro de ella (exactamente la misma mezcla de emociones que sintió Marianita; se llama “aurea” y sale en forma de luz alrededor de la cabeza de las personas, luz que no todos pueden ver.). Pero sus papás no la pudieron apoyar y por eso primero aprendió un oficio y, con su trabajo, comenzó a pagarse sus clases de violín, a dedicar mucho tiempo a practicarlo, sacrificando otras actividades y cosas personales que tenia que comprarse. Terminó su relato diciendo que valía mucho la pena hacer ese sacrificio para sentirse realizada haciendo su música. Todo ese amor y disciplina se notaba cuando tocaba su música y daba su clase a Marianita. Y le dijo:

     —Tú tienes una luz de artista Marianita, cuando te vi por primera vez lo noté—.

Alguna vez a Marianita le dejaron de tarea hacer un dibujo de algo que le gustara mucho para participar en un concurso; pero no tenía una idea clara de cómo hacerlo. Recordó que su viejo le había contado que su papá, o sea el abuelo Marcel, había estudiado pintura y, aunque nunca se había dedicado a ella, le había logrado enseñar algo a su hijo, el papá de Marianita. Ella no creía esa historia, pues jamás lo había puesto en práctica delante de ella.

Marianita quedó asombrada cuando vio que su papá le explicaba cómo mezclar colores, cómo hacer líneas para hacer aparecer ciertas formas, con sus luces y sombras, mientras la nariz chata de su papá se inflaba de orgullo al mezclar y producir colores muy bellos. No podía creer que su papá fuera capaz de eso.

También vio que le salía un poquito aquella luz que había visto en su maestra Doux cuando tocaba su violín. Pero en él la luz era muy débil, como cuando en la noche a lo lejos se ve un rayo saliendo de una oscura nube.

Marianita se asustó: si ella dejaba de lado el violín, ahora que era niña, si no trabajaba lo suficiente ¿esa luz de los artistas dejaría de brillar en ella? ¿Su papá quizá no tuvo mucho amor por lo que hacía? ¿No había luchado contra los obstáculos para dedicarse a eso que amó hace muchos años atrás? ¿Su abuelo Marcel, con su idea de que “la letra con sangre entra”, había matado el amor de su hijo por la pintura? ¿A ella le pasaría lo mismo si seguía los pasos de su padre? Pero a su mamá y a la maestra Doux, ¿la vida les había aplicado también eso de “la letra con sangre entra” y su vida era distinta?

Marianita no solamente tenía intereses artísticos, también amaba a los gatos; se imagina siendo doctora de gatos y animales cuando sea una adulta, mientras les hace curaciones a sus juguetes y a sus gatos en sus juegos. Otras veces se imagina diseñando casas o resolviendo, como una gran científica, misteriosos crímenes.

El futuro de Marianita no lo puedo ver; yo solo puedo ver cosas y contar historias ahí donde hay letras escritas, pero en Marianita esas páginas aún están en blanco; ella las va a escribir con sus acciones y decisiones. 

De cualquier manera me quiero imaginar que, no importa a lo que se dedique, su aura brillará para hacerla feliz y a las personas que logren ver su luz.



Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN

*Advertencia: esta historia y los personajes que aparecen en esta son ficticios. Cualquier parecido con personas reales, o con hechos reales es pura coincidencia.

Las ilustraciones fueron creadas con I.A.

La historia fue elaborada de manera artesanal y con la receta secreta.

EL AURA DE MARIANITA © 2025 de Abraham Galarza Cid con licencia CC BY-NC-ND 4.0. Para ver una copia de esta licencia, visite https://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0/

El Gigante teleadicto contra Neto*

 

El Gigante teleadicto contra Neto

Abraham Galarza Cid

Había una vez en un país muy lejano un gigante que vivía solo y se aburría todo el día. Se la pasaba viendo tele.

Un día pasó un niño de apenas 7 años, muy listo, por cierto, llamado Neto. Él vendía gelatinas para ganarse la vida pues sus papás eran muy pobres. Viajando de pueblo en pueblo llegó a la “Villa del Gigante”.

El Gigante de tanto ver tele todo el día y de no hacer nada se volvió malo y haragán; así que cuando tocaron a su puerta se enojó mucho, ¡precisamente cuando estaba viendo dos minutos de uno de sus 200 programas favoritos ¡

—Gritó: ¿QUIÉN ME MOLESTA CUANDO ESTOY TAN OCUPADO? ¡ME LO VOY A COMER ¡

Neto no sabía en lo que se había metido, así que cuando la puerta de la casa se abrió violentamente se sorprendió. Más sorprendido quedó al ver que de una casa tan pequeña saliera tan feo gigante y enojado mientras vocifero:



—¿QUIÉN ME VIENE A MOLESTAR? ¡PREPÁRATE PARA SER MI CENA!

—¿Qué le pasa señor? —dijo Neto con miedo— Yo sólo quiero vender gelatinas—expreso intentando calmarlo.

—¡A NADIE QUE INTERRUMPA MI PROGRAMA FAVORITO LE PERDONÓ LA VIDA! — dijo con estridencia y arrogancia el gigante

—¡MI VIDA ES TAN ABURRIDA QUE NO PUEDO SOPORTAR VIVIR SIN VER LA TELE! —continuo el gigante—¡Y TÚ ME HAS DEJADO SIN TELE POR UNOS INSTANTES ¡— concluyo el gigante con petulancia.

En ese momento Neto dejó de espantarse, se conmovió por su historia y con su aguda mente pensó en algo:

—Mire señor, soy muy pequeño y pellejudo— dijo pellizcándose el brazo, cautamente continuo:

—Seguramente le voy a hacer daño. Mire yo traigo algo agradable que vale mucho la pena probar: gelatinas deliciosas que hace mi mamá—.

—Y como remedio para su tristeza y aburrimiento le voy a enseñar algo: cómo ser un mago—, dijo el niño con mucha convicción.

El gigante dudó por un momento, pero pensó:

—Bueno, quizás vale la pena hacer otra cosa muy distinta en este día—.

—Está bien, ¡HAZLO ¡— dijo el gigante con los ojos cerrados y haciendo una u volteadas en sus labios y en sus cejas.

Entonces Neto sacó de su cajita de vidrio sus gelatinas: daba gusto verlas verdes, amarillas moradas, blancas, ¡brillantes como joyas!

También sacó un triángulo de vidrio y lo puso sobre la caja de gelatinas, apoyándola en una piedra mientras le daba vueltas. Cada gelatina tocada por la luz cambiaba de color: la amarilla se ponía verde, la roja morada y así por el estilo.

El Gigante, con sus ojos bien abiertos igual que su boca, quedó deslumbrado por la magia de Neto, quien le dijo:

—Ahora prueba una azul—.

­—¡Guau! — el gigante sintió cómo un arcoíris en su boca, mientras ponía cara con ganas de aprender, le preguntó a Neto —¿Cómo lo haces? —

— Sí me dejas ir a mi casa te enseño— dijo Neto con astucia y valentía.

Neto le enseño a hacer sus propias gelatinas, le regalo su prisma para que el gigante pudiera hacer su magia; le platico de muchas cosas que él hacía para aprender y divertirse.

Y así fue como Neto regreso a casa y el gigante se volvió sabio y no aburrirse al alejarse de su televisión, pues aprendió magia, cómo hacer gelatinas, muchas otras cosas y, lo mejor, aprender por sí mismo a hacer cosas interesantes, divertidas y educativas.

Esa no fue la aventura más peligrosa que tuvo Neto en su vida: Como a cualquiera de nosotros, en otras ocasiones estuvo en peligro: como en aquella ocasión que viajaba con su mamá por la noche y su carreta fue arrastrada por un repentino rio que se formó con una tormenta. O cuando en medio de la oscuridad fue a buscar a su hermana Marianita en la cueva del monje, atravesando el llamado “bosque de pericos”. para ayudar a su hermana que se había extraviado. Otras veces sufrió estrecheces o penas del corazón. Todo esto y más lo volvió fuerte y de mente muy aguda.

Un día Neto, ya un joven adulto, guardo sus cosas y salió de su casa para hacer su vida fuera del cuidado de sus padres. Mientras su papá se escondía con lágrimas de Magdalena, su mama le dijo que le esperaban muchas aventuras, algunas no muy agradables, pero confiaba en su fortaleza para que todo se resolviera de la mejor forma:

            —Sólo de esta manera el joven que comienza su camino será un hombre distinto cuando llegue a su meta— le dijo su madre mientras le daba un beso despidiéndose.



Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

Fin

*Advertencia: esta historia y los personajes que aparecen en esta son ficticios. Cualquier parecido con personas reales, o con hechos reales es pura coincidencia.

Las ilustraciones fueron creadas con I.A.

La historia fue elaborada de manera artesanal y con la receta secreta.

El Gigante teleadicto contra Neto © 2025 por Abraham Galarza Cid tiene licencia CC BY-NC-ND 4.0

lunes, 21 de abril de 2025

Presentación del libro “Xtaan. El Tlacuache” de Pedro Pérez Luna y Coral Rojas Serrano

 

Abraham Galarza Cid 
Docente de tiempo completo en la Universidad Intercultural del Estado de Puebla, Unidad Académica Sur, San Marcos Tlacoyalco, Tlacotepec de Benito Juárez, Puebla. 

 El libro que presentamos hoy es una recuperación de un relato oral que ha transitado por varios siglos, por varias lenguas y por distintas culturas mesoamericanas. Se trata de las aventuras de una modesta criatura que, pese a su aparente insignificancia vive aventuras extraordinarias en las dimensiones simbólico-míticas de nuestras antiguas culturas. Estamos ante un auténtico trabajo intercultural y multilingüístico pues está traducida en totonaco, nawat, yuhu/otomi, francés, inglés y español. 

El cuerpo de tlacuache, su anatomía, su interacción con el entorno, sus estrategias de supervivencia, vinculado a la atenta observación de estas por parte de nuestros ancestros, cuya mirada está vinculada a un universo simbólico que sustenta la cosmovisión indígena, disparó los mecanismos cognitivos e imaginarios a través de los cuales se generaron mitos y leyendas, como la expuesta en el libro que hoy presentamos. 
 Primero hablaré de las características del animal, luego del mecanismo cognitivo-lingüístico que hace posible sus extraordinarias aventuras, finalmente, la forma en que este opera en las extraordinarias cualidades que aparecen en la narrativa que este libro nos presenta. 

El señor Tlacuache con sus cachivaches. 
Su cuerpo es anatómicamente similar al de una rata y puede ser tan grande como un gato; está cubierto de pelo un poco erizado, con una cola tan larga como su cuerpo, desprovista esta última de pelo, la cual es prensil, es decir, que puede hacer funciones similares a las de nuestra mano, la que ocupa para sostenerse de las ramas de los árboles y cargar a sus crías y, en ocasiones, según algunos relatos, puede sacar objetos escondidos en hendiduras. En cuanto a su alimentación, es omnívoro: come frutas, insectos y, frecuentemente, a través del “robo”, come huevos, aves de corral y maíz, o bebe el aguamiel del maguey. La hembra tiene un marsupio, lo cual la hace un pariente lejano de los canguros, dentro del cual termina de criar a sus hijos inmaduros. Su cuerpo es muy fuerte; resiste las altas caídas de los árboles, en donde generalmente habita. Cuando es atacado por un depredador poderoso, se hace el muerto, utilizando la tanatosis o inmovilidad tónica, una reacción involuntaria provocada por el miedo que paraliza el movimiento motriz. Va acompañada de excreciones que lo hacen aparecer ante su depredador como no comestible por estar ya en descomposición. 

El antropólogo mexicano Alfredo López Austin, en su monumental obra “El tlacuache”, nos presenta otros mitos y otras cualidades del asombroso tlacuache. Tomaremos algunas notas de esta obra sobre su comportamiento y acciones, dignas de ser contadas para comprender mejor a esa pequeña e intemporal criatura. El tlacuache ha sido personificado en figuras de barro, en códices, joyas, cerámica y todo tipo de representaciones artísticas y religiosas; ha servido de emblema de escuadrones de guerreros y ha aparecido como un personaje importante en la literatura precolombina, por ejemplo, en el Popol Vuh, el Chilam Balam y otras obras en las que se le personifica como un viejo sabio, pero que a la vez es astuto, ladrón, borracho, fiestero y lascivo, y, a pesar de esos atributos, se convierte en nuestro Prometeo, fundador de la civilización. Por López Austin sabemos que existen distintas versiones del mito en diversas culturas y lenguas de nuestro país. 

El tlacuache es embaucador, hipnotiza en este relato, y en otros engaña a la anciana a la que roba el fuego (en otras versiones son hombres o jaguares gigantes los guardianes del fuego a quienes engaña diciendo que “tiene frío”). En otros relatos, además del fuego, se roba la fiesta, el mezcal y el tabaco. En otras versiones, roba el fuego para calentar al niño Jesús, pero no sale ileso; muere despedazado y, en recompensa, adquiere la capacidad de resucitar. ¿Cómo sabían nuestros ancestros que el humilde y pícaro tlacuache era quien había robado el fuego sagrado para llevarlo a los humanos y con ello comenzaría la civilización? 

Antes de dar respuesta a este interrogante, voy a mencionar un concepto clave para resolver este enigma. 

En la lingüística cognitiva se propone la existencia de un mecanismo de conocimiento y razonamiento conceptual llamado “metonimia”, concepto que representa a entidades que, en nuestra experiencia cotidiana del mundo, regularmente se encuentran estrechamente relacionadas, quedando conceptualmente fuertemente asociadas, y aunque nos encontremos solo con una de las entidades, por proyección podemos vincularla a la otra, aun cuando esta esté ausente. En nuestra experiencia cotidiana, por ejemplo, el fuego y el humo están fuertemente asociados, y si en alguna ocasión vemos aislado el humo, razonamos por metonimia que debe haber fuego. El humo es índice del fuego. Con esta mediación teórica pasaremos a hacer un breve análisis de los mecanismos cognitivos que hacen posible las aventuras del tlacuache. 

El tlacuache como Prometeo que roba el fuego 
El cuerpo del tlacuache está cubierto de pelo, salvo su cola. En la vida cotidiana sabemos que una quemadura en brazos o piernas quema nuestros bellos, dejando zonas desnudas; de la misma manera, la cola carente de pelo es, por metonimia, índice de que sufrió una quemadura: todas las generaciones de tlacuaches nacen con la huella de la aventura del tlacuache primigenio para perpetuarla en la memoria de los humanos. 

Fuego civilizador: Los animales comen sus alimentos crudos; no preparan herramientas, ni procesan pieles para cuidarse del frío; tampoco preparan la tierra para cultivar, ni comen en cerámica; los humanos hacen todas esas actividades con ayuda del fuego. El fuego acompaña metonímicamente a los humanos en su actividad de cultivar la naturaleza, haciendo nacer la cultura. Todo eso gracias a un acto valiente del tlacuache originario. 

Comer carne de tlacuache te hace fuerte: por andar en lo alto de los árboles, frecuentemente cae al suelo y en la mayoría de las ocasiones no sale herido. El tlacuache es un símbolo de fuerza y resistencia frente a la adversidad. Comer su carne hace posible adquirir esa virtud, fortalece y te hace capaz de resistir el dolor. No es casualidad que metonímicamente se convirtiera en símbolo de fortaleza y resistencia para batallones de valientes guerreros. 

Golpear a las niñas con la cola del tlacuache. En la misma sintonía del punto anterior, prepara a las niñas para soportar el dolor del parto; pero hay otra cualidad que metonímicamente lo hace importante: la cola prensil, casi una mano, es capaz, real o por virtud de la imaginación, de ayudar a sacar objetos que han caído en hendiduras. Las mujeres pueden, al haber sido tocadas por la cola de este extraordinario animal, metonímicamente, ayudar a sacar con facilidad a los bebés fuera de su vientre. 

Su capacidad de fingir estar muerto y oler a cadáver en descomposición. Este comportamiento da lugar a dos interpretaciones que se proyectan metonímicamente en los relatos míticos del tlacuache. En una, los tlacuaches mueren literalmente y son capaces de resucitar, por ejemplo, en la versión que afirma que robó el fuego para el niño Jesús; muere y es recompensado con la capacidad de resucitar (un don que por metonimia solo puede dar Jesús). Esta capacidad hace posible que sea una de las cualidades por las cuales algunos escuadrones de guerreros lo tomaban como su emblema. En otras, su muerte es considerada una actuación perfecta, lo cual lo convierte en un personaje extraordinariamente astuto. 

Habiendo presentado una propuesta de la forma de categorizar y razonar que hace posible estos relatos, no nos queda más que invitarlos a leer esta obra, la cual puede ser utilizada para iniciar a los niños en la enseñanza de alguna de estas lenguas; para otros, tiene una oportunidad de analizar las estructuras lingüísticas, compararlas y hacer propuestas de formas de organización comunes a diversas lenguas, etcétera. 

Agradezco la invitación de haber leído este trabajo y escribir unas notas para presentarlo en sociedad. 


 Xtaan. El Tlacuache” de Pedro Pérez Luna y Coral Rojas Serrano, publicado por la Universidad Intercultural del Estado de Puebla, 


Versión en: 
 Francés: Jean Alexandre 
 Ngigua: Verónica luna Villanueva 
 Yuju (Otomí): Noel Pérez Pérez 
 Nawat de la Sierra de Puebla: Herminio Monterde 


López Austin, A. (2006). Los mitos del tlacuache: Caminos de la mitología mesoamericana. Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Antropológicas.



miércoles, 25 de octubre de 2023

viernes, 3 de febrero de 2023

Conversatorio: Historia y Desarrollo de la Psicología Cultural*

 

Mtro. Abraham Galarza Cid 

 1.- ¿Cuál es el papel de la cultura en la vida mental de los seres humanos? 
Como lo vio claramente Vigostky, la cultura nos provee de herramientas que son los signos, que hacen posible el surgimiento de la mente, y con esto aparece el ser de las cosas, ese pequeño toque que hace que la realidad sea real, le viene no por el pensamiento, puro, ni por las funciones inferiores de la mente sino por el lenguaje, es decir cuando la categorizamos al nombrarla. Pero todo lenguaje viene de un mundo social en el que hacemos cosas. No tenemos una relación contemplativa con el mundo, debido a nuestra precariedad natural nos vemos obligados a transformar al mundo mediante el uso de herramientas sociales, una de ellas es el lenguaje, y así acabamos por transformarnos a nosotros mismos, no física ni anatómicamente, sino de manera cualitativa. Los signos representan el mundo y a nosotros mismos, pero no de una manera natural, pues los signos son invenciones culturales, es decir que su significado es arbitrario y a la vez convencional, no podría existir la mente sin estos. La mente es semiótico-social. 



 2.- ¿Por qué ha sido difícil incluir la cultura dentro de las agendas de algunos psicólogos y de algunas psicologías? 
Porque toda tradición parte de una tradición  epistemológica: el conductismo por su radical empirismo y su vocación por lo observable experimentalmente dejo de lado el estudio de la mente, aunque Watson llego a afirmar  que lo que llamamos pensamiento no es más que lenguaje. 
• Otros porque desde su tradición ven el mundo de una manera analítica y atomizan la realidad, y conciben que el individuo es el punto de partida para el estudio de la mente, yo la llamaría "tradición cartesiana", pues Descartes es el mejor representante de esta perspectiva y ha marcado el rumbo de desarrollo de la tradición científica del estudio de la mente. Así concibe que la mente reside en el sujeto individual, que está desconectada de otros aspectos, como el cuerpo, la sociedad y la cultura. El filósofo británico Ryle, ironizo sobre la imposibilidad de esta perspectiva llamándola “el fantasma en la maquina”
 • La idea de que el cerebro es la sede de la mente, y que funciona como una computadora, es un ejemplo más de esta perspectiva, misma que por cierto también se inicia con Descartes. 

•No obstante las ciencias cognitivas, independientemente de la psicología cognitiva han tenido un desplazamiento desde la idea de la mente computacional, hasta otra que si tiene en cuenta el papel de la cultura, esta perspectiva ha sido llamada enactiva de las ciencias cognitivas o también fenomenológica cognitiva, y sus representantes son biólogos cognitivos como Maturana y Varela o lingüistas y filósofos como Lakoff, Johnson o Turner. Maturana, por ejemplo, propone que la mente y la conciencia emergen sólo en el ámbito de desarrollo social, cuando las personas nos acoplamos a otras no mediante un sistema de comunicación química, como lo hacen las neuronas o las hormigas, sino a través del lenguaje. 



 3.- ¿Los procesos psicológicos son universales o específicos a circunstancias culturales particulares? 
 • Esta pregunta parece derivar de superponer dos conceptos de cultura muy distintos, por un lado el concepto de cultura como relativismo cultural, y la cultura y su sistema de signos como condición para la aparición de los procesos psicológicos superiores. Así, la conciencia es un fenómeno universal en la especie humana, pero el contenido de la conciencia es algo relativo. Algunos psicólogos como Vigotsky estudian el primero, otros como los etnospsicologos estudian los segundos, por ejemplo, los estudios sobre identidad nacional que hace Rogelio Díaz Guerrero; aquí es importante estudiar como desde esas comunidades categorizan de una forma peculiar algunos aspectos de su vida diaria, por ejemplo, la infancia, cuyo significado y prácticas varias de cultura a cultura. 



 •  Debemos encuadrar mejor la idea de los los procesos psicológicos superiores como universales: son el resultado de una compleja historia común a toda la especie humana que comienza con la aparición de la vida en el planeta, con los primitivos unicelulares que a pesar de no tener ningún aparto de percepción como el olfato, vista, etc. son capaces de apropiarse de su entorno para sobrevivir. Un segundo capítulo importante sucede con la aparición del cerebro, pues es posible para los seres vivos de este tipo especificar su entorno de una manera novedosa, pues en el mundo aparecen las imágenes, olores, sabores, etc. Un tercer capítulo acontece cuando aparece un ser vivo que  está dotado de muy pocos sistemas de supervivencia innatos en su anatomía o en forma de reflejos, y tiene que suplir esta carencias mediante la invención, por parte de sus especie, de la cultura; es decir, innovar mediante la invención de utensilios con las cuales interactúa; tales innovaciones no las puede trasmitir por herencia genética a sus descendientes, tiene que aprenderlas y mejorarlas, la siguiente generación tiene que hacer lo mismo; El lenguaje es la herramienta que coordina esa tarea colectiva a lo largo de la historia, como memoria colectiva, o pantalla virtual en la que proyecta y comparte sus representaciones del mundo, por ejemplo.

 4.- La psicología cultural establece una relación dialéctica con el individuo, ¿por qué otras psicologías no la establecen de esa manera?
 Simplemente porque cada psicología pertenece a una tradición cultural y a un contexto especifico, en el caso de la dialéctica, ésta pertenece a la tradición romántica, que postula la existencia humana como perteneciente a una comunidad, misma que no carece de contradicciones y conflictos. Por otra parte la organización de las universidades alemanas del siglo XIX,  tiene por objetivo mas la formación de "sabios" más que de profesionistas con saberes prácticos, con total libertad para investigar, sin apegarse a los métodos empíricos predominantes en el resto de occidente; su ideal de ciencia es wissenschaft, esto es: la creación de conocimientos que abarca tanto a las ciencias como a las humanidades en la que la especulación juega un papel importante, a la que no habría que entender como meras ocurrencias incoherentes, sino como un saber teórico que se deriva necesariamente del establecimiento de ciertos principios de una manera sistemática, esto les permite construir teorías ricas en metáforas con un alto poder comprensivo, pero sin dejar de ser coherentes, a pesar de su obscuridad. Por ejemplo, la idea hegeliana de que el sujeto que conoce el mundo es un dios que se ha enajenado a través de la historia, sufrido amnesia y que finalmente recobra la conciencia cuando se convierte en sociedad y cultura. El concepto de dialéctica no es nuevo, Heráclito y Platón hicieron uso de ésta hace casi dos mil años, pero la manera en que lo hace Hegel es radicalmente novedoso y va en contra de la manera de plantear lo que es el pensamiento por parte de otros filósofos científicos y psicólogos, por ejemplo, cuando se categoriza en los sistemas no hegelianos, la diferencia se elimina, no tiene lugar mientras que Hegel la integra, la realidad no es excluyente, se define a partir de sus contradicciones. La dialéctica consiste en que cada persona en el mundo de manera individual hace su vida mediante sus praxis, pero no lo hace sólo, siempre está acompañado por la praxis de los otros, cuando me autoconstruyo por mi praxis, creo a la sociedad, pero esto no sería posible si la sociedad no estuviera construyendo a mí también.  



 5.- Es la Psicología Cultural ¿un campo disciplinario, una rama o un modo de hacer psicología? 
• Es un paradigma como lo plantea Kuhn, y pienso principalmente en la vertiente vigostkiana, tiene un modelo de explicar y comprender qué es la mente humana, sus teorías, posee formas de validar sus teorías mediante estudios empíricos, es decir posee una matriz disciplinar como lo indica la teoría de Kuhn; tiene instituciones que lo apoyan en recursos y espacio de investigación y divulgación, tiene aprendices que se están formado dentro de este modelo. No es el paradigma hegemónico, pero es un paradigma muy importante por ejemplo en los Estados Unidos en la universidad de san Diego con Michael Cole, Yahoda en Europa en la universidad de Manchester y González Rey en Cuba y Brasil. En México, probablemente, lo veamos como una rama más de la psicología, pero esto debido al carácter ecléctico de la psicología que se hace en México, es decir, quienes sostienen esto se imaginan algo que no existe: la psicología es el tronco y la psicología cultural es una de sus ramas. 

 6.- ¿Qué opinan de la postura de Vigotski sobre la conexión entre historia y psicología? 
Los seres humanos somos seres simbólicos y transgeneracionales; esta idea es difícil de comprender para las actuales generaciones, con una idea tan fragmentada de las personas y sus mentes, para las cuales lo importante es mi "yo" que ignora su conexión con el  pasado y el contexto cultural, o que mira en el cerebro y sus procesos químicos; nuestra mente es una construcción cultural elaborada por todas las generaciones anteriores y aun continuamos construyéndola. No está dentro de mí, sino en la interacción con los otros mediante herramientas sociales como el lenguaje; mi aparato fónico me engaña al creer que escucho una voz espiritual dentro de mi, cuando lo que sucede es que mi cuerpo socializado es capaz de hablar silenciosamente con mi identidad social. Tratemos de pensar sin usar palabras... sencillamente es imposible. continuemos nuestra silenciosa conversación, escuchemos a nuestro "espíritu"; llevemos nuestra mano a nuestro cuello para saber qué hace en la obscuridad nuestro cuerpo mientras el "alma habla" . Cuando  "pienso mentalmente", las cuerdas vocales vibran, mi lengua se posiciona de acuerdo a la pronunciación física de los sonidos del lenguaje en mis dientes o paladar, u otras zonas, de la misma manera como cuando emito sonidos cuando hablo realmente.  El supuesto "pensamiento mental" no existe; la psicología debe enfocarse más en la intersección de praxis, cuerpo, lenguaje y relaciones sociales. 

 7.- ¿Qué opinan de la segunda psicología que proponía Wundt? 
Wundt hace la primera psicología cultural; Herbaert, es el antecedente de toda esta corriente y expresaba que las personas no somos posibles sin la sociedad, "un individual aislado carece de humanidad”,  sugiere que las cualidades que reconocemos como humanas emergen no sólo porque nacemos con anatomía humana, sino que nos vamos humanizando al asimilar la cultura y hacernos miembros de ésta. Humboldt, otro de los padres fundadores de esta tradición, afirmo que el lenguaje es fundamental para el surgimiento de la vida mental. Lazarus y Steithal, igualmente importantes para esta tradición, concebían que nuestras cualidades humanas sólo pueden explicarse por nuestra participación en la sociedad. En general el argumento central de esta escuela es que los fenómenos de los que se ocupan las ciencias psíquicas son productos de la colectividad (no de la química del cerebro, no del individuo y sus emociones, como se afirma en la psicología ecléctica que se enseña hoy ); así, el lenguaje no es la obra casual de un individuo, sino de un mundo cultural que forma nuestra opiniones y representaciones del mundo y de los otros, y que es el sustrato donde se asienta nuestra mente individual, Este sustrato cultural es peculiar a  cada pueblo. Así hay pueblos en los que el elemento místico y religioso es fundamental para la creación de nuestras construcciones mentales, por ejemplo las festividades religiosas católicas marcan nuestro calendario, descansos, suspensiones del trabajo y rituales colectivos, así como el significado que le damos a la muerte, la sexualidad, el matrimonio, etcétera. Esa forma peculiar de representarnos mediante símbolos y lenguaje, es la mente de los pueblos o la psicología de los pueblos.



 *Participación en el "Conversatorio: Historia y Desarrollo de la Psicología Cultural", a partir de las preguntas del coordinador de la Maestría en Psicología, de la  Facultad de Trabajo Social, Sociología y Psicología de la Universidad Autónoma de Tlaxcala.  Presentado el 05 de Octubre de 2018. 

 
  
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