lunes, 7 de julio de 2025

EL AURA DE MARIANITA*

 

Abraham Galarza Cid

Apenas nació Marianita, ya tenía el proyecto de ir a la escuela; los niños y niñas podrían carecer de muchas cosas: riqueza, juguetes, fiestas de cumpleaños o ropa bonita y cara. Pero de lo que no podían carecer era de una buena educación en la escuela y entre más temprano comience… ¿Mejor?

El proyecto no era de ella, como a muchos nos pasa en nuestra muy temprana infancia. De todos modos, a su edad no tenía nada claro lo que quería, ni sabía por qué se tiene que hacer todo eso. Así que cuando apenas había aprendido a hablar, se fue a la escuela.

Al principio a Marianita le gustó mucho que le compraran ropa, su mochila, cuadernos, lápices y que le prepararan una comida para almorzar en el recreo. Cuando veía a su hermano Neto ser objeto de todas esas atenciones, le daba la impresión de que la escuela era algo lindo y especial, pues sus papás dedicaban mucho tiempo a ¿qué le falta a Neto para estudiar? Mientras sus narices se inflaban de orgullo sobre los logros de su hermano. Pero para Marianita inició el infierno.

Empezó por despertarse muy temprano, a las 8 de la madrugada, para ella que dormir hasta tarde era sagrado. Justo cuando acaba de cumplir tres años, su maestra les comunicaba a sus estudiantes su objetivo: que lo más pronto posible estuvieran leyendo y escribiendo, además de saber contar, hacer sumas y restas.

Para lograr ese sueño, no de Marianita, sino de sus papás y de su maestra, debería esforzarse mucho, hacer sacrificios y dedicar la mayor parte de su tiempo en la escuela y en su casa para aprender todo eso.

Numerosas actividades como realizar rayitas, bolitas, caracolitos; para posteriormente pasar al aeiou, luego al abc, sin dejar de lado el 12345678910; no podian faltar numerosos recortes y manualidades, entre otras actividades.

Marianita estaba enojada todo el tiempo en ese lugar; creía que, si dejaba de hacer sus tareas, su maestra se cansaría de esperar y, con ganas de regresar a su casa, la dejaría ir. Pero no. El general, perdón, la maestra, no dejaba salir a nadie de la escuela hasta que terminara sus trabajos. Su mamá llegaba por ella, y pasaba una, dos horas, y muchas veces hasta la madrugada lograba terminar, o por lo menos ese tiempo le parecía a Marianita que transcurría. Todo para que en su casa comenzara el segundo capítulo, con otro millón de tareas que apenas lograban terminar a la media noche, con su mamá en el relevo de la maestra, en el puesto de vigilancia y capataz de la prisionera, perdón… de la estudiante.

Su papá apoyaba este rudo régimen carcelario, pues, según recuerda desde su muy, muy, muy, muy lejana infancia, a los niños y niñas se les ha aplicado desde siempre aquella ley que dice “la letra con sangre entra”, tal y como habían hecho con él.

Marianita se cansó: acabó por molestarle todo lo que fuera escuela. Un día muy seriamente, y con una madurez que solo da una dura infancia, le dijo a su madre, muy enojada:

—Sácame de la escuela, me voy a poner a trabajar. —Y así lo hicieron.

En una ocasión, cuando toda la familia fue a la ciudad capital a trabajar, vendiendo gelatinas, panecillos rellenos de mermelada, espejos, chocolate en polvo y otras cosas que ellos fabricaban para ganarse la vida, Marianita escuchó un sonido impactantemente hermoso que salía de un antiguo edificio; nunca había escuchado algo igual y quería ir a ver qué pasaba ahí.

Sus papás no le prestaron atención al sonido; con tantas preocupaciones para ganarse el pan, les parecía perder el tiempo, pero ante la insistencia de Marianita, la dejaron ir a ver qué eran esos hermosos sonidos, con la condición de que, en cuanto lo averiguara, regresaría con ellos a trabajar.

Entró a un lugar oscuro con luz en el centro; un pequeño grupo de personas sentadas ponía su atención en una joven de cabello azul brillante, que tocaba una pequeña guitarra, pero poniendo algo así como un palo sobre el cuello del instrumento; después supo que se llamaba violín.

Marianita se sentó, cerró los ojos para escuchar mejor y sintió todo tipo de emociones e imágenes: tristeza, miedo y alegría, que estaba volando, que había ido más allá de este mundo en el que estamos y por un segundo lo sabía todo. Todas esas emociones y situaciones pasaron por ella en una brevedad de tiempo.



Pacientemente espero a que terminara todo; después de un aplauso final se acercó a la violinista. Extrañamente, noto que su pelo era ahora oscuro, pero no era importante eso. Se presentó, le dijo que era maravilloso lo que hacía y le preguntó si podía aprender ella a hacerlo. También la chica se presentó, se llama Doux, quien, llena de alegría por apreciar lo que hacía, le dijo que sí, pero que necesitaría un violín para enseñarle, que en cuanto lo tuviera, la buscara en su trabajo, lo que sorprendió a Marianita, que una gran artista trabajara llevando libros de cuentas para los negocios de la ciudad.

Después de ese encuentro, corrió a ver a sus papás, les contó lo que pasó y que necesitaba urgentemente un violín. A su papá le dio un dolor muy intenso en su codo mientras escuchaba; por su parte su mamá se puso muy feliz de que Marianita quisiera estudiar algo por su propia iniciativa, pero le preocupaba encontrar un violín en ese lugar. Como no había tiendas de violines, sus papás acudieron con sus amigos y familiares para conseguirlo.

El tío Maggio, un amigo de juventud de su papá, era un maestro carpintero experto en fabricar muebles finos y delicados; dijo que él lo haría con gusto y con la ayuda del abuelo Sami. Pero necesitaba un tipo de madera especial para hacerlo.

El tío Huggies, un empedernido bromista y dicharachero personaje, que trabajaba con su carruaje tirado por caballos para llevar personas y cartas a ciudades alejadas, a pesar de haber estado enfermo, se ofreció para conseguir la madera. Desde ese día, el tío Huggies anda más fuerte que nunca haciendo felices con sus bromas a sus pasajeros mientras trabaja.

El tío Maggio pidió prestado el violín de la señorita Doux, lo midió por todos lados, hasta el grosor de las cubiertas; así trabajó cada detalle y cuidado, como siempre hace su trabajo. Con las medidas hizo un molde en papel para cortar y ensamblar la madera. El abuelo Sammy se encargó de completar el trabajo colocando los herrajes y cuerdas que con mucho amor hizo para su nieta, para finalmente ponerle pintura y barniz: el resultado, un hermoso violín. 

Aún falta ver si cumplía con su función; la señorita Doux lo tomó en sus manos, movió los herrajes, mientras mencionaba el nombre correcto de cada parte, dijo:

—Perfecto, vamos a comenzar —empezando a producir sus dulces y melancólicos sonidos y comenzará la primera clase de música para Marianita.

Para ese día especial, el abuelo Sammy y la abuela Tammy prepararon una rica comida italiana a la que todos ellos acudieron, hasta el tío Sammy Jr. que vivía en un lugar muy distante, llegó ese día tan especial.



La persona más contenta era la señora Mariana: su hija había elegido estudiar, no por la fuerza, sino por propia convicción. Ella en su juventud tuvo muchas ganas de estudiar, pero su familia no tenía tantos recursos para mandarle a la escuela; así que emprendió un viaje, junto con su hermano Sammy Jr., por lugares muy peligrosos, en un país distante, para conseguir un trabajo y juntar dinero para estudiar. Aunque ella logró terminar su carrera, fue muy difícil encontrar trabajo para lo que había estudiado. Pero eso nunca fue un obstáculo para cuidar a lo que más amaba, por eso todo el día se le veía trabajando y haciendo planes para tener más ingresos para sus polluelos y ella tener una vejez tranquila. Además, estaba feliz porque creía que Marianita a partir de ese acontecimiento mejoraría en sus estudios cuando regresara a la escuela. Y tenía razón.

Marianita comenzó a dominar los números, las letras; se le empezó a facilitar hacer estas cosas, como si la disciplina que exigía la música la hubiera hecho fuerte y hábil para otras actividades escolares.

Debo advertir que este cuento no es uno de hadas, dónde las personas son completamente perfectas. Marianita no fue una alumna de puros dieces, pero le fue mucho mejor desde entonces, aunque a veces tenía sus recaídas y tenía ganas de dejar todo, sin pensar que no se puede renunciar al trabajo personal que debemos dedicar a lo que nos gusta.

 La maestra Doux le contó que cuando era niña tenía muchas ganas de ser violinista, pues cuando escuchaba esa música sentía una emoción muy extraña dentro de ella (exactamente la misma mezcla de emociones que sintió Marianita; se llama “aurea” y sale en forma de luz alrededor de la cabeza de las personas, luz que no todos pueden ver.). Pero sus papás no la pudieron apoyar y por eso primero aprendió un oficio y, con su trabajo, comenzó a pagarse sus clases de violín, a dedicar mucho tiempo a practicarlo, sacrificando otras actividades y cosas personales que tenia que comprarse. Terminó su relato diciendo que valía mucho la pena hacer ese sacrificio para sentirse realizada haciendo su música. Todo ese amor y disciplina se notaba cuando tocaba su música y daba su clase a Marianita. Y le dijo:

     —Tú tienes una luz de artista Marianita, cuando te vi por primera vez lo noté—.

Alguna vez a Marianita le dejaron de tarea hacer un dibujo de algo que le gustara mucho para participar en un concurso; pero no tenía una idea clara de cómo hacerlo. Recordó que su viejo le había contado que su papá, o sea el abuelo Marcel, había estudiado pintura y, aunque nunca se había dedicado a ella, le había logrado enseñar algo a su hijo, el papá de Marianita. Ella no creía esa historia, pues jamás lo había puesto en práctica delante de ella.

Marianita quedó asombrada cuando vio que su papá le explicaba cómo mezclar colores, cómo hacer líneas para hacer aparecer ciertas formas, con sus luces y sombras, mientras la nariz chata de su papá se inflaba de orgullo al mezclar y producir colores muy bellos. No podía creer que su papá fuera capaz de eso.

También vio que le salía un poquito aquella luz que había visto en su maestra Doux cuando tocaba su violín. Pero en él la luz era muy débil, como cuando en la noche a lo lejos se ve un rayo saliendo de una oscura nube.

Marianita se asustó: si ella dejaba de lado el violín, ahora que era niña, si no trabajaba lo suficiente ¿esa luz de los artistas dejaría de brillar en ella? ¿Su papá quizá no tuvo mucho amor por lo que hacía? ¿No había luchado contra los obstáculos para dedicarse a eso que amó hace muchos años atrás? ¿Su abuelo Marcel, con su idea de que “la letra con sangre entra”, había matado el amor de su hijo por la pintura? ¿A ella le pasaría lo mismo si seguía los pasos de su padre? Pero a su mamá y a la maestra Doux, ¿la vida les había aplicado también eso de “la letra con sangre entra” y su vida era distinta?

Marianita no solamente tenía intereses artísticos, también amaba a los gatos; se imagina siendo doctora de gatos y animales cuando sea una adulta, mientras les hace curaciones a sus juguetes y a sus gatos en sus juegos. Otras veces se imagina diseñando casas o resolviendo, como una gran científica, misteriosos crímenes.

El futuro de Marianita no lo puedo ver; yo solo puedo ver cosas y contar historias ahí donde hay letras escritas, pero en Marianita esas páginas aún están en blanco; ella las va a escribir con sus acciones y decisiones. 

De cualquier manera me quiero imaginar que, no importa a lo que se dedique, su aura brillará para hacerla feliz y a las personas que logren ver su luz.



Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN

*Advertencia: esta historia y los personajes que aparecen en esta son ficticios. Cualquier parecido con personas reales, o con hechos reales es pura coincidencia.

Las ilustraciones fueron creadas con I.A.

La historia fue elaborada de manera artesanal y con la receta secreta.

EL AURA DE MARIANITA © 2025 de Abraham Galarza Cid con licencia CC BY-NC-ND 4.0. Para ver una copia de esta licencia, visite https://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0/

El Gigante teleadicto contra Neto*

 

El Gigante teleadicto contra Neto

Abraham Galarza Cid

Había una vez en un país muy lejano un gigante que vivía solo y se aburría todo el día. Se la pasaba viendo tele.

Un día pasó un niño de apenas 7 años, muy listo, por cierto, llamado Neto. Él vendía gelatinas para ganarse la vida pues sus papás eran muy pobres. Viajando de pueblo en pueblo llegó a la “Villa del Gigante”.

El Gigante de tanto ver tele todo el día y de no hacer nada se volvió malo y haragán; así que cuando tocaron a su puerta se enojó mucho, ¡precisamente cuando estaba viendo dos minutos de uno de sus 200 programas favoritos ¡

—Gritó: ¿QUIÉN ME MOLESTA CUANDO ESTOY TAN OCUPADO? ¡ME LO VOY A COMER ¡

Neto no sabía en lo que se había metido, así que cuando la puerta de la casa se abrió violentamente se sorprendió. Más sorprendido quedó al ver que de una casa tan pequeña saliera tan feo gigante y enojado mientras vocifero:



—¿QUIÉN ME VIENE A MOLESTAR? ¡PREPÁRATE PARA SER MI CENA!

—¿Qué le pasa señor? —dijo Neto con miedo— Yo sólo quiero vender gelatinas—expreso intentando calmarlo.

—¡A NADIE QUE INTERRUMPA MI PROGRAMA FAVORITO LE PERDONÓ LA VIDA! — dijo con estridencia y arrogancia el gigante

—¡MI VIDA ES TAN ABURRIDA QUE NO PUEDO SOPORTAR VIVIR SIN VER LA TELE! —continuo el gigante—¡Y TÚ ME HAS DEJADO SIN TELE POR UNOS INSTANTES ¡— concluyo el gigante con petulancia.

En ese momento Neto dejó de espantarse, se conmovió por su historia y con su aguda mente pensó en algo:

—Mire señor, soy muy pequeño y pellejudo— dijo pellizcándose el brazo, cautamente continuo:

—Seguramente le voy a hacer daño. Mire yo traigo algo agradable que vale mucho la pena probar: gelatinas deliciosas que hace mi mamá—.

—Y como remedio para su tristeza y aburrimiento le voy a enseñar algo: cómo ser un mago—, dijo el niño con mucha convicción.

El gigante dudó por un momento, pero pensó:

—Bueno, quizás vale la pena hacer otra cosa muy distinta en este día—.

—Está bien, ¡HAZLO ¡— dijo el gigante con los ojos cerrados y haciendo una u volteadas en sus labios y en sus cejas.

Entonces Neto sacó de su cajita de vidrio sus gelatinas: daba gusto verlas verdes, amarillas moradas, blancas, ¡brillantes como joyas!

También sacó un triángulo de vidrio y lo puso sobre la caja de gelatinas, apoyándola en una piedra mientras le daba vueltas. Cada gelatina tocada por la luz cambiaba de color: la amarilla se ponía verde, la roja morada y así por el estilo.

El Gigante, con sus ojos bien abiertos igual que su boca, quedó deslumbrado por la magia de Neto, quien le dijo:

—Ahora prueba una azul—.

­—¡Guau! — el gigante sintió cómo un arcoíris en su boca, mientras ponía cara con ganas de aprender, le preguntó a Neto —¿Cómo lo haces? —

— Sí me dejas ir a mi casa te enseño— dijo Neto con astucia y valentía.

Neto le enseño a hacer sus propias gelatinas, le regalo su prisma para que el gigante pudiera hacer su magia; le platico de muchas cosas que él hacía para aprender y divertirse.

Y así fue como Neto regreso a casa y el gigante se volvió sabio y no aburrirse al alejarse de su televisión, pues aprendió magia, cómo hacer gelatinas, muchas otras cosas y, lo mejor, aprender por sí mismo a hacer cosas interesantes, divertidas y educativas.

Esa no fue la aventura más peligrosa que tuvo Neto en su vida: Como a cualquiera de nosotros, en otras ocasiones estuvo en peligro: como en aquella ocasión que viajaba con su mamá por la noche y su carreta fue arrastrada por un repentino rio que se formó con una tormenta. O cuando en medio de la oscuridad fue a buscar a su hermana Marianita en la cueva del monje, atravesando el llamado “bosque de pericos”. para ayudar a su hermana que se había extraviado. Otras veces sufrió estrecheces o penas del corazón. Todo esto y más lo volvió fuerte y de mente muy aguda.

Un día Neto, ya un joven adulto, guardo sus cosas y salió de su casa para hacer su vida fuera del cuidado de sus padres. Mientras su papá se escondía con lágrimas de Magdalena, su mama le dijo que le esperaban muchas aventuras, algunas no muy agradables, pero confiaba en su fortaleza para que todo se resolviera de la mejor forma:

            —Sólo de esta manera el joven que comienza su camino será un hombre distinto cuando llegue a su meta— le dijo su madre mientras le daba un beso despidiéndose.



Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

Fin

*Advertencia: esta historia y los personajes que aparecen en esta son ficticios. Cualquier parecido con personas reales, o con hechos reales es pura coincidencia.

Las ilustraciones fueron creadas con I.A.

La historia fue elaborada de manera artesanal y con la receta secreta.

El Gigante teleadicto contra Neto © 2025 por Abraham Galarza Cid tiene licencia CC BY-NC-ND 4.0

lunes, 21 de abril de 2025

Presentación del libro “Xtaan. El Tlacuache” de Pedro Pérez Luna y Coral Rojas Serrano

 

Abraham Galarza Cid 
Docente de tiempo completo en la Universidad Intercultural del Estado de Puebla, Unidad Académica Sur, San Marcos Tlacoyalco, Tlacotepec de Benito Juárez, Puebla. 

 El libro que presentamos hoy es una recuperación de un relato oral que ha transitado por varios siglos, por varias lenguas y por distintas culturas mesoamericanas. Se trata de las aventuras de una modesta criatura que, pese a su aparente insignificancia vive aventuras extraordinarias en las dimensiones simbólico-míticas de nuestras antiguas culturas. Estamos ante un auténtico trabajo intercultural y multilingüístico pues está traducida en totonaco, nawat, yuhu/otomi, francés, inglés y español. 

El cuerpo de tlacuache, su anatomía, su interacción con el entorno, sus estrategias de supervivencia, vinculado a la atenta observación de estas por parte de nuestros ancestros, cuya mirada está vinculada a un universo simbólico que sustenta la cosmovisión indígena, disparó los mecanismos cognitivos e imaginarios a través de los cuales se generaron mitos y leyendas, como la expuesta en el libro que hoy presentamos. 
 Primero hablaré de las características del animal, luego del mecanismo cognitivo-lingüístico que hace posible sus extraordinarias aventuras, finalmente, la forma en que este opera en las extraordinarias cualidades que aparecen en la narrativa que este libro nos presenta. 

El señor Tlacuache con sus cachivaches. 
Su cuerpo es anatómicamente similar al de una rata y puede ser tan grande como un gato; está cubierto de pelo un poco erizado, con una cola tan larga como su cuerpo, desprovista esta última de pelo, la cual es prensil, es decir, que puede hacer funciones similares a las de nuestra mano, la que ocupa para sostenerse de las ramas de los árboles y cargar a sus crías y, en ocasiones, según algunos relatos, puede sacar objetos escondidos en hendiduras. En cuanto a su alimentación, es omnívoro: come frutas, insectos y, frecuentemente, a través del “robo”, come huevos, aves de corral y maíz, o bebe el aguamiel del maguey. La hembra tiene un marsupio, lo cual la hace un pariente lejano de los canguros, dentro del cual termina de criar a sus hijos inmaduros. Su cuerpo es muy fuerte; resiste las altas caídas de los árboles, en donde generalmente habita. Cuando es atacado por un depredador poderoso, se hace el muerto, utilizando la tanatosis o inmovilidad tónica, una reacción involuntaria provocada por el miedo que paraliza el movimiento motriz. Va acompañada de excreciones que lo hacen aparecer ante su depredador como no comestible por estar ya en descomposición. 

El antropólogo mexicano Alfredo López Austin, en su monumental obra “El tlacuache”, nos presenta otros mitos y otras cualidades del asombroso tlacuache. Tomaremos algunas notas de esta obra sobre su comportamiento y acciones, dignas de ser contadas para comprender mejor a esa pequeña e intemporal criatura. El tlacuache ha sido personificado en figuras de barro, en códices, joyas, cerámica y todo tipo de representaciones artísticas y religiosas; ha servido de emblema de escuadrones de guerreros y ha aparecido como un personaje importante en la literatura precolombina, por ejemplo, en el Popol Vuh, el Chilam Balam y otras obras en las que se le personifica como un viejo sabio, pero que a la vez es astuto, ladrón, borracho, fiestero y lascivo, y, a pesar de esos atributos, se convierte en nuestro Prometeo, fundador de la civilización. Por López Austin sabemos que existen distintas versiones del mito en diversas culturas y lenguas de nuestro país. 

El tlacuache es embaucador, hipnotiza en este relato, y en otros engaña a la anciana a la que roba el fuego (en otras versiones son hombres o jaguares gigantes los guardianes del fuego a quienes engaña diciendo que “tiene frío”). En otros relatos, además del fuego, se roba la fiesta, el mezcal y el tabaco. En otras versiones, roba el fuego para calentar al niño Jesús, pero no sale ileso; muere despedazado y, en recompensa, adquiere la capacidad de resucitar. ¿Cómo sabían nuestros ancestros que el humilde y pícaro tlacuache era quien había robado el fuego sagrado para llevarlo a los humanos y con ello comenzaría la civilización? 

Antes de dar respuesta a este interrogante, voy a mencionar un concepto clave para resolver este enigma. 

En la lingüística cognitiva se propone la existencia de un mecanismo de conocimiento y razonamiento conceptual llamado “metonimia”, concepto que representa a entidades que, en nuestra experiencia cotidiana del mundo, regularmente se encuentran estrechamente relacionadas, quedando conceptualmente fuertemente asociadas, y aunque nos encontremos solo con una de las entidades, por proyección podemos vincularla a la otra, aun cuando esta esté ausente. En nuestra experiencia cotidiana, por ejemplo, el fuego y el humo están fuertemente asociados, y si en alguna ocasión vemos aislado el humo, razonamos por metonimia que debe haber fuego. El humo es índice del fuego. Con esta mediación teórica pasaremos a hacer un breve análisis de los mecanismos cognitivos que hacen posible las aventuras del tlacuache. 

El tlacuache como Prometeo que roba el fuego 
El cuerpo del tlacuache está cubierto de pelo, salvo su cola. En la vida cotidiana sabemos que una quemadura en brazos o piernas quema nuestros bellos, dejando zonas desnudas; de la misma manera, la cola carente de pelo es, por metonimia, índice de que sufrió una quemadura: todas las generaciones de tlacuaches nacen con la huella de la aventura del tlacuache primigenio para perpetuarla en la memoria de los humanos. 

Fuego civilizador: Los animales comen sus alimentos crudos; no preparan herramientas, ni procesan pieles para cuidarse del frío; tampoco preparan la tierra para cultivar, ni comen en cerámica; los humanos hacen todas esas actividades con ayuda del fuego. El fuego acompaña metonímicamente a los humanos en su actividad de cultivar la naturaleza, haciendo nacer la cultura. Todo eso gracias a un acto valiente del tlacuache originario. 

Comer carne de tlacuache te hace fuerte: por andar en lo alto de los árboles, frecuentemente cae al suelo y en la mayoría de las ocasiones no sale herido. El tlacuache es un símbolo de fuerza y resistencia frente a la adversidad. Comer su carne hace posible adquirir esa virtud, fortalece y te hace capaz de resistir el dolor. No es casualidad que metonímicamente se convirtiera en símbolo de fortaleza y resistencia para batallones de valientes guerreros. 

Golpear a las niñas con la cola del tlacuache. En la misma sintonía del punto anterior, prepara a las niñas para soportar el dolor del parto; pero hay otra cualidad que metonímicamente lo hace importante: la cola prensil, casi una mano, es capaz, real o por virtud de la imaginación, de ayudar a sacar objetos que han caído en hendiduras. Las mujeres pueden, al haber sido tocadas por la cola de este extraordinario animal, metonímicamente, ayudar a sacar con facilidad a los bebés fuera de su vientre. 

Su capacidad de fingir estar muerto y oler a cadáver en descomposición. Este comportamiento da lugar a dos interpretaciones que se proyectan metonímicamente en los relatos míticos del tlacuache. En una, los tlacuaches mueren literalmente y son capaces de resucitar, por ejemplo, en la versión que afirma que robó el fuego para el niño Jesús; muere y es recompensado con la capacidad de resucitar (un don que por metonimia solo puede dar Jesús). Esta capacidad hace posible que sea una de las cualidades por las cuales algunos escuadrones de guerreros lo tomaban como su emblema. En otras, su muerte es considerada una actuación perfecta, lo cual lo convierte en un personaje extraordinariamente astuto. 

Habiendo presentado una propuesta de la forma de categorizar y razonar que hace posible estos relatos, no nos queda más que invitarlos a leer esta obra, la cual puede ser utilizada para iniciar a los niños en la enseñanza de alguna de estas lenguas; para otros, tiene una oportunidad de analizar las estructuras lingüísticas, compararlas y hacer propuestas de formas de organización comunes a diversas lenguas, etcétera. 

Agradezco la invitación de haber leído este trabajo y escribir unas notas para presentarlo en sociedad. 


 Xtaan. El Tlacuache” de Pedro Pérez Luna y Coral Rojas Serrano, publicado por la Universidad Intercultural del Estado de Puebla, 


Versión en: 
 Francés: Jean Alexandre 
 Ngigua: Verónica luna Villanueva 
 Yuju (Otomí): Noel Pérez Pérez 
 Nawat de la Sierra de Puebla: Herminio Monterde 


López Austin, A. (2006). Los mitos del tlacuache: Caminos de la mitología mesoamericana. Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Antropológicas.



miércoles, 25 de octubre de 2023

viernes, 3 de febrero de 2023

Conversatorio: Historia y Desarrollo de la Psicología Cultural*

 

Mtro. Abraham Galarza Cid 

 1.- ¿Cuál es el papel de la cultura en la vida mental de los seres humanos? 
Como lo vio claramente Vigostky, la cultura nos provee de herramientas que son los signos, que hacen posible el surgimiento de la mente, y con esto aparece el ser de las cosas, ese pequeño toque que hace que la realidad sea real, le viene no por el pensamiento, puro, ni por las funciones inferiores de la mente sino por el lenguaje, es decir cuando la categorizamos al nombrarla. Pero todo lenguaje viene de un mundo social en el que hacemos cosas. No tenemos una relación contemplativa con el mundo, debido a nuestra precariedad natural nos vemos obligados a transformar al mundo mediante el uso de herramientas sociales, una de ellas es el lenguaje, y así acabamos por transformarnos a nosotros mismos, no física ni anatómicamente, sino de manera cualitativa. Los signos representan el mundo y a nosotros mismos, pero no de una manera natural, pues los signos son invenciones culturales, es decir que su significado es arbitrario y a la vez convencional, no podría existir la mente sin estos. La mente es semiótico-social. 



 2.- ¿Por qué ha sido difícil incluir la cultura dentro de las agendas de algunos psicólogos y de algunas psicologías? 
Porque toda tradición parte de una tradición  epistemológica: el conductismo por su radical empirismo y su vocación por lo observable experimentalmente dejo de lado el estudio de la mente, aunque Watson llego a afirmar  que lo que llamamos pensamiento no es más que lenguaje. 
• Otros porque desde su tradición ven el mundo de una manera analítica y atomizan la realidad, y conciben que el individuo es el punto de partida para el estudio de la mente, yo la llamaría "tradición cartesiana", pues Descartes es el mejor representante de esta perspectiva y ha marcado el rumbo de desarrollo de la tradición científica del estudio de la mente. Así concibe que la mente reside en el sujeto individual, que está desconectada de otros aspectos, como el cuerpo, la sociedad y la cultura. El filósofo británico Ryle, ironizo sobre la imposibilidad de esta perspectiva llamándola “el fantasma en la maquina”
 • La idea de que el cerebro es la sede de la mente, y que funciona como una computadora, es un ejemplo más de esta perspectiva, misma que por cierto también se inicia con Descartes. 

•No obstante las ciencias cognitivas, independientemente de la psicología cognitiva han tenido un desplazamiento desde la idea de la mente computacional, hasta otra que si tiene en cuenta el papel de la cultura, esta perspectiva ha sido llamada enactiva de las ciencias cognitivas o también fenomenológica cognitiva, y sus representantes son biólogos cognitivos como Maturana y Varela o lingüistas y filósofos como Lakoff, Johnson o Turner. Maturana, por ejemplo, propone que la mente y la conciencia emergen sólo en el ámbito de desarrollo social, cuando las personas nos acoplamos a otras no mediante un sistema de comunicación química, como lo hacen las neuronas o las hormigas, sino a través del lenguaje. 



 3.- ¿Los procesos psicológicos son universales o específicos a circunstancias culturales particulares? 
 • Esta pregunta parece derivar de superponer dos conceptos de cultura muy distintos, por un lado el concepto de cultura como relativismo cultural, y la cultura y su sistema de signos como condición para la aparición de los procesos psicológicos superiores. Así, la conciencia es un fenómeno universal en la especie humana, pero el contenido de la conciencia es algo relativo. Algunos psicólogos como Vigotsky estudian el primero, otros como los etnospsicologos estudian los segundos, por ejemplo, los estudios sobre identidad nacional que hace Rogelio Díaz Guerrero; aquí es importante estudiar como desde esas comunidades categorizan de una forma peculiar algunos aspectos de su vida diaria, por ejemplo, la infancia, cuyo significado y prácticas varias de cultura a cultura. 



 •  Debemos encuadrar mejor la idea de los los procesos psicológicos superiores como universales: son el resultado de una compleja historia común a toda la especie humana que comienza con la aparición de la vida en el planeta, con los primitivos unicelulares que a pesar de no tener ningún aparto de percepción como el olfato, vista, etc. son capaces de apropiarse de su entorno para sobrevivir. Un segundo capítulo importante sucede con la aparición del cerebro, pues es posible para los seres vivos de este tipo especificar su entorno de una manera novedosa, pues en el mundo aparecen las imágenes, olores, sabores, etc. Un tercer capítulo acontece cuando aparece un ser vivo que  está dotado de muy pocos sistemas de supervivencia innatos en su anatomía o en forma de reflejos, y tiene que suplir esta carencias mediante la invención, por parte de sus especie, de la cultura; es decir, innovar mediante la invención de utensilios con las cuales interactúa; tales innovaciones no las puede trasmitir por herencia genética a sus descendientes, tiene que aprenderlas y mejorarlas, la siguiente generación tiene que hacer lo mismo; El lenguaje es la herramienta que coordina esa tarea colectiva a lo largo de la historia, como memoria colectiva, o pantalla virtual en la que proyecta y comparte sus representaciones del mundo, por ejemplo.

 4.- La psicología cultural establece una relación dialéctica con el individuo, ¿por qué otras psicologías no la establecen de esa manera?
 Simplemente porque cada psicología pertenece a una tradición cultural y a un contexto especifico, en el caso de la dialéctica, ésta pertenece a la tradición romántica, que postula la existencia humana como perteneciente a una comunidad, misma que no carece de contradicciones y conflictos. Por otra parte la organización de las universidades alemanas del siglo XIX,  tiene por objetivo mas la formación de "sabios" más que de profesionistas con saberes prácticos, con total libertad para investigar, sin apegarse a los métodos empíricos predominantes en el resto de occidente; su ideal de ciencia es wissenschaft, esto es: la creación de conocimientos que abarca tanto a las ciencias como a las humanidades en la que la especulación juega un papel importante, a la que no habría que entender como meras ocurrencias incoherentes, sino como un saber teórico que se deriva necesariamente del establecimiento de ciertos principios de una manera sistemática, esto les permite construir teorías ricas en metáforas con un alto poder comprensivo, pero sin dejar de ser coherentes, a pesar de su obscuridad. Por ejemplo, la idea hegeliana de que el sujeto que conoce el mundo es un dios que se ha enajenado a través de la historia, sufrido amnesia y que finalmente recobra la conciencia cuando se convierte en sociedad y cultura. El concepto de dialéctica no es nuevo, Heráclito y Platón hicieron uso de ésta hace casi dos mil años, pero la manera en que lo hace Hegel es radicalmente novedoso y va en contra de la manera de plantear lo que es el pensamiento por parte de otros filósofos científicos y psicólogos, por ejemplo, cuando se categoriza en los sistemas no hegelianos, la diferencia se elimina, no tiene lugar mientras que Hegel la integra, la realidad no es excluyente, se define a partir de sus contradicciones. La dialéctica consiste en que cada persona en el mundo de manera individual hace su vida mediante sus praxis, pero no lo hace sólo, siempre está acompañado por la praxis de los otros, cuando me autoconstruyo por mi praxis, creo a la sociedad, pero esto no sería posible si la sociedad no estuviera construyendo a mí también.  



 5.- Es la Psicología Cultural ¿un campo disciplinario, una rama o un modo de hacer psicología? 
• Es un paradigma como lo plantea Kuhn, y pienso principalmente en la vertiente vigostkiana, tiene un modelo de explicar y comprender qué es la mente humana, sus teorías, posee formas de validar sus teorías mediante estudios empíricos, es decir posee una matriz disciplinar como lo indica la teoría de Kuhn; tiene instituciones que lo apoyan en recursos y espacio de investigación y divulgación, tiene aprendices que se están formado dentro de este modelo. No es el paradigma hegemónico, pero es un paradigma muy importante por ejemplo en los Estados Unidos en la universidad de san Diego con Michael Cole, Yahoda en Europa en la universidad de Manchester y González Rey en Cuba y Brasil. En México, probablemente, lo veamos como una rama más de la psicología, pero esto debido al carácter ecléctico de la psicología que se hace en México, es decir, quienes sostienen esto se imaginan algo que no existe: la psicología es el tronco y la psicología cultural es una de sus ramas. 

 6.- ¿Qué opinan de la postura de Vigotski sobre la conexión entre historia y psicología? 
Los seres humanos somos seres simbólicos y transgeneracionales; esta idea es difícil de comprender para las actuales generaciones, con una idea tan fragmentada de las personas y sus mentes, para las cuales lo importante es mi "yo" que ignora su conexión con el  pasado y el contexto cultural, o que mira en el cerebro y sus procesos químicos; nuestra mente es una construcción cultural elaborada por todas las generaciones anteriores y aun continuamos construyéndola. No está dentro de mí, sino en la interacción con los otros mediante herramientas sociales como el lenguaje; mi aparato fónico me engaña al creer que escucho una voz espiritual dentro de mi, cuando lo que sucede es que mi cuerpo socializado es capaz de hablar silenciosamente con mi identidad social. Tratemos de pensar sin usar palabras... sencillamente es imposible. continuemos nuestra silenciosa conversación, escuchemos a nuestro "espíritu"; llevemos nuestra mano a nuestro cuello para saber qué hace en la obscuridad nuestro cuerpo mientras el "alma habla" . Cuando  "pienso mentalmente", las cuerdas vocales vibran, mi lengua se posiciona de acuerdo a la pronunciación física de los sonidos del lenguaje en mis dientes o paladar, u otras zonas, de la misma manera como cuando emito sonidos cuando hablo realmente.  El supuesto "pensamiento mental" no existe; la psicología debe enfocarse más en la intersección de praxis, cuerpo, lenguaje y relaciones sociales. 

 7.- ¿Qué opinan de la segunda psicología que proponía Wundt? 
Wundt hace la primera psicología cultural; Herbaert, es el antecedente de toda esta corriente y expresaba que las personas no somos posibles sin la sociedad, "un individual aislado carece de humanidad”,  sugiere que las cualidades que reconocemos como humanas emergen no sólo porque nacemos con anatomía humana, sino que nos vamos humanizando al asimilar la cultura y hacernos miembros de ésta. Humboldt, otro de los padres fundadores de esta tradición, afirmo que el lenguaje es fundamental para el surgimiento de la vida mental. Lazarus y Steithal, igualmente importantes para esta tradición, concebían que nuestras cualidades humanas sólo pueden explicarse por nuestra participación en la sociedad. En general el argumento central de esta escuela es que los fenómenos de los que se ocupan las ciencias psíquicas son productos de la colectividad (no de la química del cerebro, no del individuo y sus emociones, como se afirma en la psicología ecléctica que se enseña hoy ); así, el lenguaje no es la obra casual de un individuo, sino de un mundo cultural que forma nuestra opiniones y representaciones del mundo y de los otros, y que es el sustrato donde se asienta nuestra mente individual, Este sustrato cultural es peculiar a  cada pueblo. Así hay pueblos en los que el elemento místico y religioso es fundamental para la creación de nuestras construcciones mentales, por ejemplo las festividades religiosas católicas marcan nuestro calendario, descansos, suspensiones del trabajo y rituales colectivos, así como el significado que le damos a la muerte, la sexualidad, el matrimonio, etcétera. Esa forma peculiar de representarnos mediante símbolos y lenguaje, es la mente de los pueblos o la psicología de los pueblos.



 *Participación en el "Conversatorio: Historia y Desarrollo de la Psicología Cultural", a partir de las preguntas del coordinador de la Maestría en Psicología, de la  Facultad de Trabajo Social, Sociología y Psicología de la Universidad Autónoma de Tlaxcala.  Presentado el 05 de Octubre de 2018. 

 
  
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miércoles, 10 de agosto de 2022

PSICOSOCIOLOGÍA DEL RESENTIMIENTO Por Juan Manuel Martínez Alonso*

 

Presentación 
Históricamente el término resentimiento ha sido conceptualizado negativamente para señalar, descalificar y desprestigiar a todo aquel sujeto que se atreve a cuestionar el orden social establecido. Tal como lo hace Angenot (2000) al definirlo como una perversión de la producción ideológica actual, que se caracteriza por apoyarse en falsos razonamientos; con esto se descalifica de antemano a todo argumento que pudiera manejar el sujeto categorizado de resentido. Con dicha práctica lo que se busca es inmovilizar, a este sujeto, y a la vez evitar que se le apoye y se sumen a su acción. 

 En general al resentimiento, tradicionalmente, se le ha manejado como un rechazo contra alguien o algo sin suficiente base o justificación, un odio social gratuito (ver Martín Baró, 2003), también se le emplea como sinónimo de rencor. Sin embargo habría que reflexionar sobre esta concepción y comprender que hay un trasfondo ideológico con el cual se busca justificar este sentido. 

 El resentimiento 
Para Castilla del Pino (en Martín-Baró, 2003) esta posición devaluadora, del resentimiento, pone de manifiesto que dicho calificativo se aplica para señalar a todo aquel que tras haber sufrido una situación social desfavorable, pretende cambiar el estado de las cosas a través de la acción política. 

 Desde esta perspectiva, entonces, la historia está plagada de resentidos, las revoluciones son producto de los resentidos, en fin los cambios sociales tienen su génesis en el resentimiento; por tal razón el término tiene que revalorarse; ya que como señala, nuevamente, Castilla del Pino (1985) el estar resentido sensibiliza al sujeto ante las formas injustas de una sociedad rígidamente acomodada en un orden reprobable. El resentimiento ha dado lugar, en cada situación histórica concreta, a un paso más y mejor sobre la estimativa precedente del ser humano; desde esta óptica es generador de valores, como la igualdad y la libertad en sus más variadas y amplias expresiones. En este sentido la consciencia de desigualdad es el punto de partida en toda actitud resentida. 

 Resentir se deriva de “re” que quiere decir volver a, de nuevo u otra vez y de sentir, es decir percibir, experimentar sensaciones o impresiones. Por lo que re-sentir quiere decir volver a sentir, volver a experimentar, el resentimiento sería entonces un estado afectivo que lleva a recordar y ser conscientes de sentimientos que orillan a rememorar; como dijo en su momento Bergson (2007), conciencia significa ante todo memoria. En otros términos el resentimiento conlleva a la memoria y a la consciencia. 

 El resentimiento va en dirección opuesta al olvido, el olvido, por lo común, es la apuesta del poder, es su herramienta, de ahí la frase de uso común de los políticos: hay que dejar el pasado, ver hacia el futuro y vivir en el presente; pero como señalaría el mismo Bergson (2007) vivir puramente en el presente, es lo propio de un animal inferior: el hombre que procede así es un impulsivo. 

 El resentido podrá ser cualquier cosa menos un impulsivo; Como menciona Abbagnano (2007), el resentimiento es un odio impotente contra lo que no puede ser o no se puede tener. En otras palabras se trata de los sujetos imposibilitados, socialmente, para defender su postura en contra de la del poder, es la acción negada que no tiene compensación inmediata, y sin embargo es generador de memoria; el resentido no actúa de forma instantánea pero tampoco olvida. Su acción es la de un sujeto con memoria; por lo mismo su actuación, a la larga, es incomoda para el orden establecido, ya que su sola presencia es un constante recordatorio de que las cosas no están bien. El resentimiento funciona, entonces, como parte de la memoria de la sociedad, la cual también conlleva a la acción como señala Félix Vázquez (2001), La interpretación que hacemos del pasado, nuestra memoria de los acontecimientos, inspira en buena medida la acción. Dicha acción no es solamente una mera reproducción mecánica sino una continua resignificación que lleva a nuevos sentidos y que se traducen en nuevas y diferentes acciones.

 Resulta que el resentimiento no es una cuestión estrictamente individual, más bien es una acción afectivo-colectiva, que se va haciendo patente en las sociedades en la medida en que las desigualdades y conflictos se hacen más profundos; al respecto señala Pablo Fernández (2000) la forma de la afectividad es la sociedad. Es en este sentido fundamental que la afectividad es colectiva; así que no importa lo reducido que sea un sentimiento, éste solo puede ser comprendido en relación a una sociedad. 

 Desde esta perspectiva el resentido nunca está sólo, siempre acaba en compañía de otros resentidos, precisamente por tratarse de un fenómeno tanto afectivo como colectivo; es por esta cualidad que el resentimiento resulta peligroso ya que puede concentrar y movilizar a las personas, en la medida en que estas comparten sentimientos, es decir, el resentimiento genera consensos. 

 El resentimiento es una toma de consciencia de nuestros sentimientos, lo que conlleva a volverlos a experimentar; dicho de otra forma cuando se resiente algo es que nos hemos dado cuenta de ese algo. El resentimiento es el resultado de las contradicciones de una sociedad, una sociedad que no admite sus conflictos difícilmente los logra resolver y por lo mismo es una sociedad generadora de resentidos, los resentidos son, también, la memoria de la sociedad. 

 Estar o ser resentido es ser o estar más sensible ante la desigualdad y la injusticia en el trato. El resentimiento es por lo tanto social pues emerge de la confrontación con los otros, especialmente con esos otros que ostentan el poder y toman medidas arbitrarias; no es casualidad que sean estos últimos los que señalan y califiquen a los que protestan como resentidos, intentando con esto denostar su acción. 

 Sin embargo se pierde de vista que los resentidos no olvidan, más bien, recuerdan, entonces el resentimiento puede aflorar en cualquier momento y lugar, sólo se está en espera de la situación oportuna. El resentido puede ser un sujeto muy paciente e ir acumulando más y más recuerdos que justifiquen finalmente su actuación. 

 Se puede decir por lo tanto que el resentimiento conlleva a la acción; cuando esto pasa, entonces, se habla del desquite, es decir de la restauración de lo perdido o de lo arrebatado. No hay que olvidar que en el fondo de toda revolución o desquite lo que se encuentra es el resentimiento, es decir, la memoria de la desigualdad. 

 Uno puede pensar como privilegiado, aunque no lo sea, su principal característica será la del olvido, o se puede pensar como resentido cuya cualidad es la memoria. 

 Resentimiento y rencor 
Comúnmente se han manejado como sinónimos los términos de rencor y resentimiento, sin embargo, se refieren a formas distintas de manifestar malestar, enojo e inconformidad; por una parte, el rencor se ha definido básicamente como un enojo arraigado y tenaz, aunque el término adecuado debería ser intenso. La palabra rencor proviene del latín rancere que significa rancio, es decir estar descompuesto, echado a perder o simplemente oler mal, el rencor sería el enojo o el odio intenso pero también arraigado, ya que una vez que se genera una aversión hacia el otro difícilmente cambia o desaparece, se mantiene a través del tiempo no importa si tiene o no una fundamentación, las personas generalmente no se lo preguntan.

 El rencor por lo tanto es una antipatía hacia alguien o algo sin una justificación suficiente; pero por otra parte es una manifestación afectiva de y entre los individuos, por lo que no es necesariamente una expresión consensuada, se encuentra limitada al nivel de las experiencias interpersonales. 

 Desde esta perspectiva el rencor es una experiencia personal con un atributo básico: el egoísmo, el rencoroso es un egoísta, ya que trata de aliviar su molestia, lo más pronto posible, a través de pasar sobre el otro, sin importar si tiene culpa o no. El rencor por lo mismo no concentra a la gente, más bien la dispersa, representa los intereses del individuo, a diferencia del resentimiento que representa los sentimientos de una colectividad. 

 El rencor también se caracteriza por su énfasis en el presente, es decir se espera obtener una satisfacción o desahogo inmediato; en este sentido no se busca un desquite con el que nos causó la afrenta sino más bien del que nos podemos aprovechar porque está a nuestro alcance. Todo lo cual bien se puede resumir en el refrán “no busco quien me la hizo sino quien me la pagué”. El rencoroso entonces hace discriminaciones, o sea no actúa en contra de aquellos que tienen mayor poder que él sino de aquellos que supone más débiles o con menos recursos para defenderse. Dicha forma de actuar corresponde, principalmente, a los sujetos que cuentan o ejercen poder, ya que son estos los que tienen la posibilidad de obtener una satisfacción instantánea o por lo menos la de tener un chivo expiatorio. 

 En síntesis, se puede decir que el rencor es un sentimiento que se patentiza o toma forma en el presente, no es necesariamente consensado ni busca la revancha en contra de los que originalmente causaron malestar, sino que reclama una rápida compensación, lo que se logra a costa del desprevenido, o sea, no importa de quien se trate mientras sirva para limpiar las afrentas recibidas. El rencor es el desahogo de los autoritarios sin memoria. 

 En cambio el resentimiento, como ya se mencionó, tiene que ver con la memoria y la afectividad compartida. No se limita únicamente a los individuos sino que está presente en las colectividades. El resentimiento es, para un pueblo, la afectividad hecha fundamentación a través del recuerdo. 

 En este sentido rencor y resentimiento no se refieren a lo mismo, son expresiones afectivas diferentes; sin embargo desde el ejercicio del poder se ha intentado manejar ambas formas como intercambiables, de tal manera que su manejo se dé de forma indiferenciada y lograr así confundir sus sentidos, de tal modo que se presente al resentimiento como sinónimo de rencor y de esta forma desvalorizarlo, presentándolo como algo sumamente negativo. 

 Por el contrario, más bien, se puede estar resentido sin ser rencoroso y ser rencoroso sin estar resentido.

 Privación relativa 
En Psicología Social no es nuevo el estudio del resentimiento, su abordaje ha quedado circunscrito a otros procesos, tal es el caso de la llamada privación o deprivación relativa, la cual es definida como el resentimiento que ocurre cuando los individuos creen que sus resultados o los de su grupo son injustos. Se refiere a la experiencia emocional de la injusticia. (Worchel, S. 2002).

   Los estudios, de corte empírico, (ver Worchel, 2002) al respecto, señalan que las causas que originan la privación relativa se encuentran en los factores críticos de querer y merecer, es decir cuando las personas comparan y se percatan que los resultados de su trabajo no obtienen los mismos beneficios que los de otros semejantes. La resultante de esta situación es la acción, ya que se parte del sentir de que se tiene derecho a obtener una condición similar a la de los demás. 

 La situación se complejiza aun más cuando esto se presenta a nivel de las relaciones intergrupales o categoriales, ya que se parte de la suposición de que el conflicto entre los grupos radica en el resentimiento, el cual tiene consecuencias conductuales. En otros términos, las personas al estar resentidas por el estatus de su grupo actuarán para cambiar dicha situación. 

 Desde esta perspectiva se concibe al resentimiento como un sentimiento que emerge de la percepción de que nuestro grupo es maltratado; este descontento con la condición de su grupo, conlleva a las personas y a los grupos mismos a realizar actos para modificarla. 

 La privación relativa implica, entonces, dos componentes; el cognitivo que se refiere a la percepción de desigualdades entre los grupos y el afectivo que se asocia con un sentimiento de descontento o de insatisfacción provocado por las situaciones que han sido interpretadas como desventajosas. (Guimond, y Tougas, 1996). 

 En términos generales se puede señalar que la privación relativa se caracteriza por: 1) ser un sentimiento de descontento o de injusticia, 2) este sentimiento no es el simple reflejo de las condiciones objetivas existentes, y 3) este sentimiento predispone a las personas a la acción. (Guimond y Tougas, 1996) Se puede decir, por lo tanto, que la privación relativa es una teoría del resentimiento. 

 Esta visión típica de la Psicología Social aunque coincide en entender al resentimiento como un estado afectivo, compartido y generador de acciones; lo restringe al verlo como resultado de una percepción y de una situación que tiene su origen en el presente; olvidando que el resentimiento es producto de una interacción histórica, que se ha generado por las contradicciones y conflictos al interior de la sociedad. En otros términos, pasan por alto que el resentimiento tiene sus antecedentes en las relaciones de desigualdad y marginación social. 

 La comparación social 
Tajfel (1984) lo aborda y explica de otra forma al señalar el papel que juega otra teoría, la de la comparación social a nivel intergrupal. Al respecto la comparación social nos lleva por una especie de continuum que va de la legitimidad a la ilegitimidad percibida de las relaciones intergrupales, esto proporciona un puente que nos permite pasar de la no comparabilidad a la comparabilidad; es decir, en la medida en que un grupo o categoría social acepta su condición como natural no se da ese proceso, por el contrario cuando un grupo o categoría social concibe su situación como injusta se presenta ese proceso de comparabilidad-ilegitimidad. Como señaló en su momento Blumer (ver Guimond y Tougas, 1996), lo importante no es tanto las desigualdades sino la forma en la que se interpretan éstas. 

Se podría decir que en la medida en que los grupos cobran consciencia de su situación son resentidos y esto es lo que en un momento dado lleva al establecimiento de comparaciones, las que a su vez conducen a la acción social cuyo objetivo básico es un cambio en el orden establecido. 

 Desde el poder se buscaría, entonces, evitar que los grupos establecieran comparaciones que los llevasen a la movilización. Algo mencionaba Durkheim al respecto, al plantear que “lo que se necesita para que reine el orden social es que la masa de los hombres esté contenta con su suerte. Pero lo que se necesita para que estén contentos, no es que tengan más o menos, sino que estén convencidos de que no tienen derecho a más”. (ver Tajfel, 1984) 

 Conclusión 
Finalmente reflexionar sobre el resentimiento tiene un sentido práctico, el poder comprender y explicar los movimientos sociales que acontecen en nuestro medio. El movimiento magisterial disidente, el indígena, Atenco, el Barzón, el EZLN entre otros son claros ejemplos de esta dinámica que se suscita entre los que ostentan el poder y los que no lo tienen, entre los que optan por el rencor y el olvido, y los que optan por el resentimiento y la memoria. 

 Referencias: 
 • Abbagnano, N. (2007). Diccionario de filosofía. Fondo de Cultura Económica. México. 
• Angenot, M (2000). “Sobre el resentimiento”, en Hassoun, P. La envidia y el deseo. Idea books. Barcelona. 
• Bergson, H (2007). Materia y memoria. Ensayo sobre la relación del cuerpo con el espíritu. Edit. Cactus. Buenos Aires. 
• Castilla del Pino, C. (1985). “Para una sociogénesis del resentimiento”. En Martín-Baró, I. Problemas de psicología social en América latina. UCA editores. San Salvador. 
• Fernández, P. (2000). La afectividad colectiva. Taurus. México. 
• Guimond, S. y Tougas, F. (1996) “Sentimientos de injusticia y acciones colectivas: La privación relativa”, en Bourhis, R. y Leyens, J. Estereotipos, discriminación y relaciones entre grupos. McGraw-Hill. Madrid. 
• Martín-Baró, I. (2003). Poder, ideología y violencia. Trotta. Madrid. 
• Tajfel, H. (1984). Grupos humanos y categorías sociales. Herder. Barcelona. 
• Vázquez, F. (2001). La memoria como acción social. Relaciones, significados e imaginario. Paidós. Barcelona. 
• Worchel, S. et al (2002). Psicología Social. Thomson. México.

*Licenciado en Psicología y Maestría en Psicología Social por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.. Docente de la Licenciatura de Psicología de la UAT


Alexandre Cabanel: El ángel caído.  Francia, 1847




PSICOSOCIOLOGÍA DEL RESENTIMIENTO Por Juan Manuel Martínez AlonsoLicencia de Creative Commons
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viernes, 17 de septiembre de 2021

HEGEL, BREVE INTRODUCCIÓN A SU FILOSOFÍA Abraham Galarza Cid

 

"Todo lo percibo simultáneamente. Todo lo percibo a la vez y desde todos los ángulos posibles. Formo parte de los miles de millones de vidas que me han precedido. Existo en todos los seres humanos y todos los seres humanos existen en mí. En un instante veo a la vez toda la historia del hombre, el pasado y el presente." Frank Belknap Long: Los perros de Tindalos 
El devenir 
Hegel concibe la realidad como cambio constante, ésta se manifiesta como tiempo. Pero el tiempo no es un mecanismo que se active automáticamente. Son nuestras acciones las que dan lugar a su despliegue. Así, nuestra actividad biológica nos hace surgir a la vida, el autodinamismo de ésta nos hace pasar a través de un proceso que nos convierte en una célula, un embrión hasta que salimos a la luz como bebés. Este autodinamismo continúa fuera del vientre de la madre y pasamos a la condición de niños, jóvenes, adultos ancianos y acaba inevitablemente en nuestra muerte. Durante ese mismo periodo realizamos acciones que nos hacen pasar de una condición social de un tipo de persona a otra, de solteros a casados o divorciados, estudiantes, empleados, desertores etc. A un nivel de mayor complejidad la sociedad sigue la misma ruta: de pequeños grupos pasamos a convertirnos en tribus, aldeas, pueblos, Estados nacionales, imperios, tiranías, democracias, etc. Y así, continuamente, pasamos de ser algo a ser lo contario de lo que éramos anteriormente. El concepto de devenir refleja esta condición de nuestra temporalidad: pasar de la condición de ser algo, mientras transitamos a ser otro, para finalmente no ser más algo. Nuestra acciones, voluntarias o autónomas e inconscientes, construyen una identidad transitoria que nos conduce a otra condición, mientras niega la anterior, para finalmente dejar de ser. Esta perspectiva parece ser pesimista con respecto a nuestro destino individual y lo es si sólo lo vemos desde ese momento de la temporalidad. En realidad, nuestro ser individual, parcial y efímero, es parte de uno más amplio, permanente y a la vez dinámico que incluye todos los momentos y entes individuales, así como el legado que han dejado, por lo cual Hegel no dudo en llamarlo Absoluto. 

Apolo y Dafne: Bernini


 Del Espíritu Subjetivo al Espíritu Absoluto 
En este tránsito del ser particular al ser absoluto emerge un fenómeno llamado la conciencia, que también se despliega en ese espacio de la transformación humana que llamamos Historia. El tema de la conciencia que conoce un mundo, o de un sujeto frente a un objeto, es esencial para toda la filosofía, temática que al tratar de especificar el tipo de relación que tienen ambos polos, ha sido generalmente comprendido en términos de separación y pasividad: el sujeto se deja determinar por el objeto para el empirismo, y así surge la mente humana, que permanece yuxtapuesta al objeto; en el racionalismo el sujeto, desde la mera contemplación y la pura actividad de sus mente determina el ser del mundo, en una permanente relación mental a distancia. Además, concibe esta relación como intemporal; prescinde de nuestra corporeidad, de nuestra historia, de las herramientas de la cultura que empujan el nacimiento y crecimiento del espíritu humano. Otro rasgo importante es que, tácitamente, este espíritu se concibe como el de un individuo, mientras que para Hegel ese sujeto es colectivo. 


El filosofo en meditación, Rembrandt

Desde que emergemos de la naturaleza nos enfrentamos a ésta transformándola para satisfacer nuestras necesidades, el sujeto se enfrenta al objeto para transformarlo, no para contemplarlo, lo hace negándolo como naturaleza para afirmarlo como lo humanizado. No se enfrenta un individuo a la naturaleza, sino la especie, y tampoco lo hace en un momento o en una intemporalidad metafísica, sino en el tiempo del sujeto colectivo: la Historia, como ya lo habíamos mencionado. Su relación practica con el mundo transforma al objeto pero también a sí mismo como sujeto, lo cual se ve reflejado en las instituciones que funda a lo largo de la historia, en sus creaciones culturales, que nunca son homogéneas, sino heterogéneas y en sus códigos éticos y políticos., Este sujeto colectivo se transforma cualitativamente, pues sus forma de pensar lo que es la justicia, el derecho, el arte, etc. apuntan a un pensamiento dinámico que no tiene una forma fija para definir sus creaciones: así, en la política y el derecho, inicialmente la humanidad organiza sus códigos para que sólo un hombre sea libre y los demás esclavos; siglos después, este mismo espíritu humano colectivo, transformado por sus propias acciones en la historia, crea códigos legales para que todos sean libres e iguales. La mente del individuo (con sus peculiares formas de conocer: sensibilidad, y entendimiento), sólo es un momento del espíritu. En su fenomenología, la humanidad entera, que colectivamente transforma el mundo en la historia, es el espíritu pleno y completo, es decir, el Espíritu Absoluto. 

Vincent van Gogh: campesina cortando paja


Adriaen Van Stalben: Las Ciencias y las Artes 

Aunque el espíritu humano en su forma absoluta es unitario, no es homogéneo, pues la contradicción es siempre latente. Las relaciones entre los seres humanos adquieren una forma prototípica: el enfrentamiento entre amos y esclavos. En la reproducción de su vida el sujeto impregna de espiritualidad humana a la naturaleza, pero no halla eco de su grandeza en la naturaleza muda; el ser humano pleno es el que es reconocido como tal, peor solo puede pleno en la mirada de otro. Ser reconocido como ser supremo, ante los otros hombres, parece ser una constante en la historia de la humanidad, desde “los grandes conquistadores”, hasta los hombres más ordinarios que lideran a grupos criminales, todos han tenido esta terrible obsesión. En general todos ellos se apoderan de otros seres humanos y de sujetos los convierten en objetos, animales de trabajo que satisfacen sus necesidades. Pero el esclavo es ese sujeto que se enfrenta al objeto, transformándolo y, a la vez, transformándose a sí mismo espiritualmente. Las grandes creaciones del espíritu humano son obra de los esclavos, no de los amos, aunque los nombres de los esclavos se pierden en la obscuridad del devenir. 


 Lógica y Dialéctica 
Tradicionalmente la filosofía ha buscado atrapar la realidad mediante el uso de una lógica que define y fija las cualidades permanentes de ésta. Así podemos distinguir entre cualidades contingentes (las que tienen las cosas, pero que pueden dejar de tener sin que deje de ser lo que son) y necesarias, (las que tienen y no puede dejar de tener), de la realidad. Las sillas, por ejemplo, tienen características tanto contingentes (su color, el material del que están elaboradas, si tiene cuatro patas u otra estructura, etc.) como necesarias (un asiento individual, un respaldo, y una estructura que la dispone sin riegos de hacer caer a su usuario al suelo). Su identidad se fija sacándola del contexto en que existen las sillas para asentarla, en el pensamiento, como una estructura universal que dibuja claramente la esencia, y por ende su identidad de silla. Pero las sillas son antes materia prima, (madera, minerales, petróleo, etc.), las necesidades humanas (descansar, colocarse sentado para hacer mejor ciertas actividades), y la capacidades intelectuales y corporales para hacer sillas. Dicho de otra manera: las sillas también se ubican en el devenir, se producen, se estrenan, se usan durante determinado tiempo, se hacen viejas (se apolillan, se rompen, se hacen feas, pasan de moda, se desechan o se reciclan). La lógica ha logrado crear la imagen de la silla a partir de sacarla del tiempo y del contexto del ciclo de vida de la silla, esa imagen es como una fotografía de los tiempos en que se inventó este aparato, cuando se tenía que posar completamente quieto para poder salir bien retratado. 

La filosofía anterior a Hegel, desde Parménides a Kant, pasando por el empirismo, en su esfuerzo por atrapar lo permanente de la realidad, intenta detener el fluir del devenir, interrumpiendo la acción del mundo que produce ese devenir, operando así: eliminar lo que la silla no es, que llamaremos propiedades “B”: materia prima, sus cualidades contingentes como color, material, forma; las necesidad humanas que hacen surgir la silla (que incluye también caprichos que producen sillas con materiales y formas exóticas, así como las posibilidades económica para tener sillas baratas o de lujo; la historia de los muebles, ese espacio que posibilita ampliar la gama de materiales y diseños; y finalmente su tiempo de descarte). Las sillas se definen entonces por su propiedades permanentes y necesarias (un asiento individual, un respaldo, y una estructura que la dispone sin riegos de hacer caer a su usuario al suelo). A estas propiedades las llamaremos “A”.

De esta manera tenemos, en la filosofía anterior a Hegel, que la identidad de la silla, o de cualquier ente del mundo se opera de la siguiente manera: "A = A", lo absurdo es que la silla o cualquier ente sea así: "A = B". Para tener clara la aportación original de Hegel es importante tener en cuenta que "B" representa el mundo del devenir de las sillas que describimos en el párrafo anterior. 

Es cierto que A = A o que la silla es igual a sus propiedades necesarias, pero esa es una verdad incompleta, la verdad plena y absoluta de la silla es A = B; la silla es también la historia de su devenir. La filosofía anterior a Hegel opera con una lógica de negación, de separación, de hacer esconder, para finalmente extraviar el devenir en su forma de pensar la realidad. La dialéctica hegeliana es un esfuerzo por integrar lo que ha sido negado, para poder pensar de una manera completa todo el proceso de la realidad. En la filosofía anterior un momento del devenir ha sido fijado, dando lugar a la lógica de la identidad, A = A; esto es resultado de la manera en que la filosofía intenta atrapar la realidad: desde la contemplación. Contemplar es detener la acción, dejar de hacer para que ese momento del devenir perdure. En Hegel acción y contemplación son parte de una misma realidad, igual que lo necesario y lo contingente, devenir y permanencia, los cuales están conectados de una manera no evidente; la sociedad tiene que movilizarse a lo largo de la historia, crear la realidad mediante el conjunto de su praxis, para que el filósofo pueda, después, interpretarla: «El búho de Minerva sólo emprende el vuelo a la caída de la noche.». (Hegel, 1985).   


La silla de Gauguin, Van Gogh

Hegel, el Sísifo de la esperanza
 Cronos, el original padre de los dioses griegos, devora a sus hijos, así el devenir, nuestro padre, acaba por devorarnos a todos. Sísifo el héroe trágico lleva la enorme roca a la cúspide de la montaña para verla derrumbarse y está condenado a repetir este ciclo por toda la eternidad. En Hegel, como ya habíamos mencionado antes, el espíritu individual solo es un momento del espíritu absoluto. Cada persona que llega al mundo humano se esfuerza por elevar su vida a determinada cima, de pronto, las fauces de Cronos se abren, cae, y se pierde en el abismo del olvido. No obstante, esta persona, durante el breve lapso de su vida, contribuyo, de mil maneras, sin saberlo, al mantenimiento del Espíritu Absoluto. Por ejemplo, salió alegremente del hogar de sus padres, sin lograr entender plenamente la melancolía de ellos, para fundar “su propia vida”. Tuvo hijos, y cada día se esforzó, sin saberlo, para disolver a su propia familia: a lo largo de los años trabajo duramente para que sus hijos salieran, un día, fuera del hogar con la fuerza y sabiduría cotidiana para fundar otra familia. Haber hecho esto le costó muchos sacrificios que acabaron por minar su vida, no le importo, al contrario, esta renuncia lo hacia una persona feliz, esta felicidad no es un anhelo individual, sino el acto de dar vida a la vida y ayudarla a hacerla crecer. Las revoluciones sociales no son algo muy distinto, alguien lucha y muere para darle libertad a otra generación. Estas acciones son uno de los más finos hilos de la realidad del Espíritu Absoluto, sin éstas, no podría existir. 


Francisco de Goya: Cronos devorando a su hijo


Franz Von Stuck: Sísifo


 El misticismo hegeliano y Dios 
Dios está en todos lados, todo lo sabe y lo ve todo, mientras que el individuo está en un momento y un espacio finito, su mirada es de poco alcance y su conocimiento del mundo es fragmentado. Hegel usa una bella metáfora de origen místico para expresar todo el esplendor del pensamiento humano colectivo, de esa humanidad que está en todos lados, que lo sabe todo y lo ve todo, (pues todo lo que puede conocer es producto de su praxis), de ese espíritu de pretensiones omniabarcadoras presente en sus creaciones más excelsas: mito, arte, ciencia, tecnología y filosofía, ese espíritu que no solo es actividad, sino memoria colectiva, y de trabajo, pues el conocimiento generado en el pasado guía la exploración hacia el futuro. Es el Espíritu revolucionario que al final del vuelo del búho de Minerva, esperaba que toda la humanidad fuera libre, más creativa, más digna, asemejándose a Dios.



Miguel Ángel Buonarroti: Creación de Adán (detalle)


 Nota: Este trabajo fue realizado buscando cumplir dos objetivos: 1) presentar a Hegel para cierto tipo de lectores ajenos al ámbito de formación académica filosófica, pero que al mismo tiempo tengan un genuino interés y que encuentren placentero el acercarse a este tipo de pensamiento. 2) Es inevitable hacer una interpretación y una relaboración conceptual cuando se presenta el trabajo de otra persona, especialmente si es un autor genuinamente filosófico y tan distante en el tiempo y espacio del nuestro; por lo que, me siento obligado a aclarar desde qué idea escribo esta interpretación: Hegel es un autor muy importante para pensar nuestro tiempo, en que predomina una forma de pensar a las personas como “individuos” que viven yuxtapuestos en algo fragmentado llamado “sociedad”, viviendo su experiencia del mundo en el aquí y en el ahora. Hegel por el contario nos invita a repensarnos como parte de algo más amplio que los límites de nuestra subjetividad, y nos hace ver que formamos parte de una realidad que rebasa nuestro tiempo subjetivo y nos invita a compartir un sentido de vida que nos liga a las generaciones del pasado y del futuro, buscando hacer de este mundo un lugar más digno para todos.  


 Referencias bibliográficas: 


 GARAUDY, R. (1974). El pensamiento de Hegel, Seix Barral, Barcelona 

 HEGEL, G. F. (2000) Enciclopedia de las ciencias filosóficas Juan Pablos, México  

----------------- (1985) Fenomenología del espíritu, Fondo de Cultura Económica, España. 

 ---------------- (1985) Filosofía del Derecho, U.N.A.M. Colección Nuestros Clásicos.

HEGEL, A BRIEF INTRODUCTION TO HIS PHILOSOPHY

Abraham Galarza Cid

 

 

“I perceive everything simultaneously. I perceive everything at the same time and from all possible angles. I am part of the billions of lives that have preceded me. I exist in all human beings and all human beings exist in me. In an instant I see at once the whole history of man, past and present.” Frank Belknap Long: The Dogs of Tindalos

Becoming

Hegel conceives reality as constant change, it manifests itself as time. But time is not a mechanism that is automatically activated. It is our actions that give rise to its unfolding. Thus, our biological activity makes us emerge into life, the self-dynamism of life makes us pass through a process that makes us a cell, an embryo until we come to light as babies. This self-dynamism continues outside the mother's womb and we pass into the condition of children, young people, old adults and inevitably ends in our death. During that same period we perform actions that make us move from one social condition from one type of person to another, from single to married or divorced, students, employees, dropouts etc. At a higher level of complexity, society follows the same route: from small groups we go on to become tribes, villages, towns, national states, empires, tyrannies, democracies, and so on. And so, continuously, we go from being something to being the opposite of what we were before. The concept of becoming reflects this condition of our temporality: passing from the condition of being something, as we transit to being something else, to finally no longer being something. Our actions, voluntary or autonomous and unconscious, construct a transitory identity that leads us to another condition, while denying the previous one, to finally cease to be. This perspective seems to be pessimistic with respect to our individual destiny and it is so if we only see it from that moment of temporality. In reality, our individual being, partial and ephemeral, is part of a broader, permanent and at the same time dynamic one that includes all individual moments and entities, as well as the legacy they have left, which is why Hegel did not hesitate to call it Absolute.

From the Subjective Spirit to the Absolute Spirit

In this transition from the particular being to the absolute being emerges a phenomenon called consciousness, which also unfolds in that space of human transformation that we call History. The theme of the consciousness that knows a world, or of a subject facing an object, is essential for the whole of philosophy, a theme that, in trying to specify the type of relationship that both poles have, has generally been understood in terms of separation and passivity: the subject allows itself to be determined by the object for empiricism, and thus the human mind emerges, which remains juxtaposed to the object; in rationalism the subject, from mere contemplation and the pure activity of its mind determines the being of the world, in a permanent mental relationship at a distance. Moreover, it conceives this relationship as timeless; it disregards our corporeality, our history, the tools of culture that drive the birth and growth of the human spirit. Another important feature is that, tacitly, this spirit is conceived as that of an individual, whereas for Hegel this subject is collective.

Since we emerge from nature we confront it by transforming it to satisfy our needs, the subject confronts the object to transform it, not to contemplate it, he does so by denying it as nature in order to affirm it as the humanized. An individual does not confront nature, but the species, and neither does he do it in a moment or in a metaphysical timelessness, but in the time of the collective subject: History, as we have already mentioned. Its practical relationship with the world transforms the object but also itself as subject, which is reflected in the institutions it founds throughout history, in its cultural creations, which are never homogeneous but heterogeneous, and in its ethical and political codes, This collective subject transforms itself qualitatively, since its way of thinking about justice, law, art, etc. points to a dynamic thought that does not have a fixed form to define its creations: thus, in politics and law, humanity initially organizes its codes so that only one man is free and the rest are slaves; centuries later, this same collective human spirit, transformed by its own actions in history, creates legal codes so that all are free and equal. The mind of the individual (with its peculiar ways of knowing: sensibility, and understanding), is only a moment of the spirit. In its phenomenology, the whole of humanity, which collectively transforms the world in history, is the full and complete spirit, that is, the Absolute Spirit.

Although the human spirit in its absolute form is unitary, it is not homogeneous, for contradiction is always latent. The relations between human beings acquire a prototypical form: the confrontation between masters and slaves. In the reproduction of his life, the subject impregnates nature with human spirituality, but does not find an echo of his greatness in mute nature; the full human being is the one who is recognized as such, but can only be full in the gaze of another. To be recognized as supreme being, before other men, seems to be a constant in the history of mankind, from “the great conquerors” to the most ordinary men who lead criminal groups, all have had this terrible obsession. In general, all of them take possession of other human beings and turn them from subjects into objects, work animals that satisfy their needs. But the slave is that subject who confronts the object, transforming it and, at the same time, transforming himself spiritually. The great creations of the human spirit are the work of slaves, not of masters, although the names of the slaves are lost in the obscurity of becoming.

Logic and Dialectics

Traditionally, philosophy has sought to grasp reality through the use of a logic that defines and fixes its permanent qualities. Thus we can distinguish between contingent qualities (those which things have, but which they can cease to have without ceasing to be what they are) and necessary qualities (those which they have and cannot cease to have) of reality. Chairs, for example, have both contingent (their color, the material they are made of, whether they have four legs or another structure, etc.) and necessary characteristics (an individual seat, a backrest, and a structure that arranges it without the risk of making its user fall to the floor). Its identity is fixed by taking it out of the context in which chairs exist in order to establish it, in thought, as a universal structure that clearly outlines the essence, and therefore its identity as a chair. But chairs are first raw materials (wood, minerals, oil, etc.), human needs (resting, sitting to do certain activities better), and the intellectual and bodily capacities to make chairs. In other words: chairs are also located in the becoming, they are produced, they are released, they are used for a certain time, they become old (they become moth-eaten, they break, they become ugly, they go out of fashion, they are discarded or recycled). Logic has managed to create the image of the chair by taking it out of time and out of the context of the life cycle of the chair, this image is like a photograph of the times when this device was invented, when you had to pose completely still in order to be photographed properly.

 

The philosophy prior to Hegel, from Parmenides to Kant, passing through empiricism, in its effort to catch the permanence of reality, tries to stop the flow of becoming, interrupting the action of the world that produces that becoming, thus operating: eliminating what the chair is not, which we will call “B” properties: raw material, its contingent qualities such as color, material, shape; the human needs that give rise to the chair (which also includes whims that produce chairs with exotic materials and shapes, as well as the economic possibilities to have cheap or luxury chairs; the history of furniture, that space that makes it possible to expand the range of materials and designs; and finally its discard time). Chairs are then defined by their permanent and necessary properties (an individual seat, a backrest, and a structure that disposes it without the risk of making its user fall to the floor). We will call these properties “A”.

Thus we have, in philosophy prior to Hegel, that the identity of the chair, or of any entity in the world operates as follows: “A = A”, the absurdity is that the chair or any entity is thus: “A = B”. In order to be clear about Hegel's original contribution, it is important to keep in mind that “B” represents the world of the becoming of the chairs described in the previous paragraph.

It is true that A = A or that the chair is equal to its necessary properties, but that is an incomplete truth, the full and absolute truth of the chair is A = B; the chair is also the history of its becoming. Philosophy prior to Hegel operates with a logic of negation, of separation, of concealment, to finally mislead the becoming in its way of thinking reality. The Hegelian dialectic is an effort to integrate what has been denied, in order to be able to think in a complete way the whole process of reality. In the previous philosophy a moment of becoming has been fixed, giving rise to the logic of identity, A = A; this is a result of the way in which philosophy attempts to grasp reality: from contemplation. To contemplate is to stop action, to stop doing so that this moment of becoming may last. In Hegel action and contemplation are part of the same reality, just as the necessary and the contingent, becoming and permanence, which are connected in a non-obvious way; society has to mobilize itself throughout history, to create reality through the whole of its praxis, so that the philosopher can then interpret it: “The owl of Minerva only takes flight at nightfall. (Hegel, 1985).

 Hegel, the Sisyphus of hope

Cronus, the original father of the Greek gods, devours his children, thus becoming, our father, ends up devouring us all. Sisyphus the tragic hero carries the huge rock to the top of the mountain to see it crumble and is condemned to repeat this cycle for eternity. In Hegel, as we mentioned earlier, the individual spirit is only a moment of the absolute spirit. Every person who comes into the human world strives to raise his life to a certain peak, suddenly the jaws of Cronus open, he falls, and is lost in the abyss of oblivion. Nevertheless, this person, during the brief span of his life, contributed, in a thousand ways, without knowing it, to the maintenance of the Absolute Spirit. For example, he happily left his parents' home, without fully understanding their melancholy, to found “his own life”. He had children, and every day he strove, without knowing it, to dissolve his own family: over the years he worked hard so that his children would one day leave home with the daily strength and wisdom to found another family. Having done this cost him many sacrifices that ended up undermining his life, he did not mind, on the contrary, this renunciation made him a happy person, this happiness is not an individual yearning, but the act of giving life to life and helping it to grow. Social revolutions are not something very different, someone fights and dies to give freedom to another generation. These actions are one of the finest threads of the reality of the Absolute Spirit, without them, it could not exist.

Hegelian mysticism and God

God is everywhere, knows everything and sees everything, while the individual is in a finite moment and space, his gaze is of little scope and his knowledge of the world is fragmented. Hegel uses a beautiful metaphor of mystical origin to express all the splendor of collective human thought, of that humanity that is everywhere, that knows everything and sees everything, (since everything it can know is the product of its praxis), of that spirit of all-encompassing pretensions present in its most exalted creations: myth, art, science, technology and philosophy, that spirit that is not only activity, but collective memory, and of work, since the knowledge generated in the past guides exploration towards the future. It is the revolutionary Spirit that, at the end of the flight of Minerva's owl, hoped that all humanity would be free, more creative, more worthy, resembling God.

Note: This work was carried out seeking to fulfill two objectives: 1) to present Hegel to a certain type of readers outside the field of philosophical academic training, but who at the same time have a genuine interest and find it pleasurable to approach this type of thought. 2) It is inevitable to make an interpretation and a conceptual reworking when presenting someone else's work, especially if it is a genuinely philosophical author and so distant in time and space from ours; therefore, I feel obliged to clarify from which idea I am writing this interpretation: Hegel is a very important author for thinking about our times, in which a way of thinking of people as “individuals” who live juxtaposed in something fragmented called “society” predominates, living their experience of the world in the here and now. Hegel, on the contrary, invites us to rethink ourselves as part of something broader than the limits of our subjectivity, and makes us see that we are part of a reality that goes beyond our subjective time and invites us to share a sense of life that links us to the generations of the past and the future, seeking to make this world a more dignified place for all. 

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HEGEL, BREVE INTRODUCCIÓN A SU FILOSOFÍA por Abraham Galarza Cid se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
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