lunes, 21 de abril de 2025

Presentación del libro “Xtaan. El Tlacuache” de Pedro Pérez Luna y Coral Rojas Serrano

 

Abraham Galarza Cid 
Docente de tiempo completo en la Universidad Intercultural del Estado de Puebla, Unidad Académica Sur, San Marcos Tlacoyalco, Tlacotepec de Benito Juárez, Puebla. 

 El libro que presentamos hoy es una recuperación de un relato oral que ha transitado por varios siglos, por varias lenguas y por distintas culturas mesoamericanas. Se trata de las aventuras de una modesta criatura que, pese a su aparente insignificancia vive aventuras extraordinarias en las dimensiones simbólico-míticas de nuestras antiguas culturas. Estamos ante un auténtico trabajo intercultural y multilingüístico pues está traducida en totonaco, nawat, yuhu/otomi, francés, inglés y español. 

El cuerpo de tlacuache, su anatomía, su interacción con el entorno, sus estrategias de supervivencia, vinculado a la atenta observación de estas por parte de nuestros ancestros, cuya mirada está vinculada a un universo simbólico que sustenta la cosmovisión indígena, disparó los mecanismos cognitivos e imaginarios a través de los cuales se generaron mitos y leyendas, como la expuesta en el libro que hoy presentamos. 
 Primero hablaré de las características del animal, luego del mecanismo cognitivo-lingüístico que hace posible sus extraordinarias aventuras, finalmente, la forma en que este opera en las extraordinarias cualidades que aparecen en la narrativa que este libro nos presenta. 

El señor Tlacuache con sus cachivaches. 
Su cuerpo es anatómicamente similar al de una rata y puede ser tan grande como un gato; está cubierto de pelo un poco erizado, con una cola tan larga como su cuerpo, desprovista esta última de pelo, la cual es prensil, es decir, que puede hacer funciones similares a las de nuestra mano, la que ocupa para sostenerse de las ramas de los árboles y cargar a sus crías y, en ocasiones, según algunos relatos, puede sacar objetos escondidos en hendiduras. En cuanto a su alimentación, es omnívoro: come frutas, insectos y, frecuentemente, a través del “robo”, come huevos, aves de corral y maíz, o bebe el aguamiel del maguey. La hembra tiene un marsupio, lo cual la hace un pariente lejano de los canguros, dentro del cual termina de criar a sus hijos inmaduros. Su cuerpo es muy fuerte; resiste las altas caídas de los árboles, en donde generalmente habita. Cuando es atacado por un depredador poderoso, se hace el muerto, utilizando la tanatosis o inmovilidad tónica, una reacción involuntaria provocada por el miedo que paraliza el movimiento motriz. Va acompañada de excreciones que lo hacen aparecer ante su depredador como no comestible por estar ya en descomposición. 

El antropólogo mexicano Alfredo López Austin, en su monumental obra “El tlacuache”, nos presenta otros mitos y otras cualidades del asombroso tlacuache. Tomaremos algunas notas de esta obra sobre su comportamiento y acciones, dignas de ser contadas para comprender mejor a esa pequeña e intemporal criatura. El tlacuache ha sido personificado en figuras de barro, en códices, joyas, cerámica y todo tipo de representaciones artísticas y religiosas; ha servido de emblema de escuadrones de guerreros y ha aparecido como un personaje importante en la literatura precolombina, por ejemplo, en el Popol Vuh, el Chilam Balam y otras obras en las que se le personifica como un viejo sabio, pero que a la vez es astuto, ladrón, borracho, fiestero y lascivo, y, a pesar de esos atributos, se convierte en nuestro Prometeo, fundador de la civilización. Por López Austin sabemos que existen distintas versiones del mito en diversas culturas y lenguas de nuestro país. 

El tlacuache es embaucador, hipnotiza en este relato, y en otros engaña a la anciana a la que roba el fuego (en otras versiones son hombres o jaguares gigantes los guardianes del fuego a quienes engaña diciendo que “tiene frío”). En otros relatos, además del fuego, se roba la fiesta, el mezcal y el tabaco. En otras versiones, roba el fuego para calentar al niño Jesús, pero no sale ileso; muere despedazado y, en recompensa, adquiere la capacidad de resucitar. ¿Cómo sabían nuestros ancestros que el humilde y pícaro tlacuache era quien había robado el fuego sagrado para llevarlo a los humanos y con ello comenzaría la civilización? 

Antes de dar respuesta a este interrogante, voy a mencionar un concepto clave para resolver este enigma. 

En la lingüística cognitiva se propone la existencia de un mecanismo de conocimiento y razonamiento conceptual llamado “metonimia”, concepto que representa a entidades que, en nuestra experiencia cotidiana del mundo, regularmente se encuentran estrechamente relacionadas, quedando conceptualmente fuertemente asociadas, y aunque nos encontremos solo con una de las entidades, por proyección podemos vincularla a la otra, aun cuando esta esté ausente. En nuestra experiencia cotidiana, por ejemplo, el fuego y el humo están fuertemente asociados, y si en alguna ocasión vemos aislado el humo, razonamos por metonimia que debe haber fuego. El humo es índice del fuego. Con esta mediación teórica pasaremos a hacer un breve análisis de los mecanismos cognitivos que hacen posible las aventuras del tlacuache. 

El tlacuache como Prometeo que roba el fuego 
El cuerpo del tlacuache está cubierto de pelo, salvo su cola. En la vida cotidiana sabemos que una quemadura en brazos o piernas quema nuestros bellos, dejando zonas desnudas; de la misma manera, la cola carente de pelo es, por metonimia, índice de que sufrió una quemadura: todas las generaciones de tlacuaches nacen con la huella de la aventura del tlacuache primigenio para perpetuarla en la memoria de los humanos. 

Fuego civilizador: Los animales comen sus alimentos crudos; no preparan herramientas, ni procesan pieles para cuidarse del frío; tampoco preparan la tierra para cultivar, ni comen en cerámica; los humanos hacen todas esas actividades con ayuda del fuego. El fuego acompaña metonímicamente a los humanos en su actividad de cultivar la naturaleza, haciendo nacer la cultura. Todo eso gracias a un acto valiente del tlacuache originario. 

Comer carne de tlacuache te hace fuerte: por andar en lo alto de los árboles, frecuentemente cae al suelo y en la mayoría de las ocasiones no sale herido. El tlacuache es un símbolo de fuerza y resistencia frente a la adversidad. Comer su carne hace posible adquirir esa virtud, fortalece y te hace capaz de resistir el dolor. No es casualidad que metonímicamente se convirtiera en símbolo de fortaleza y resistencia para batallones de valientes guerreros. 

Golpear a las niñas con la cola del tlacuache. En la misma sintonía del punto anterior, prepara a las niñas para soportar el dolor del parto; pero hay otra cualidad que metonímicamente lo hace importante: la cola prensil, casi una mano, es capaz, real o por virtud de la imaginación, de ayudar a sacar objetos que han caído en hendiduras. Las mujeres pueden, al haber sido tocadas por la cola de este extraordinario animal, metonímicamente, ayudar a sacar con facilidad a los bebés fuera de su vientre. 

Su capacidad de fingir estar muerto y oler a cadáver en descomposición. Este comportamiento da lugar a dos interpretaciones que se proyectan metonímicamente en los relatos míticos del tlacuache. En una, los tlacuaches mueren literalmente y son capaces de resucitar, por ejemplo, en la versión que afirma que robó el fuego para el niño Jesús; muere y es recompensado con la capacidad de resucitar (un don que por metonimia solo puede dar Jesús). Esta capacidad hace posible que sea una de las cualidades por las cuales algunos escuadrones de guerreros lo tomaban como su emblema. En otras, su muerte es considerada una actuación perfecta, lo cual lo convierte en un personaje extraordinariamente astuto. 

Habiendo presentado una propuesta de la forma de categorizar y razonar que hace posible estos relatos, no nos queda más que invitarlos a leer esta obra, la cual puede ser utilizada para iniciar a los niños en la enseñanza de alguna de estas lenguas; para otros, tiene una oportunidad de analizar las estructuras lingüísticas, compararlas y hacer propuestas de formas de organización comunes a diversas lenguas, etcétera. 

Agradezco la invitación de haber leído este trabajo y escribir unas notas para presentarlo en sociedad. 


 Xtaan. El Tlacuache” de Pedro Pérez Luna y Coral Rojas Serrano, publicado por la Universidad Intercultural del Estado de Puebla, 


Versión en: 
 Francés: Jean Alexandre 
 Ngigua: Verónica luna Villanueva 
 Yuju (Otomí): Noel Pérez Pérez 
 Nawat de la Sierra de Puebla: Herminio Monterde 


López Austin, A. (2006). Los mitos del tlacuache: Caminos de la mitología mesoamericana. Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Antropológicas.