miércoles, 10 de agosto de 2022

PSICOSOCIOLOGÍA DEL RESENTIMIENTO Por Juan Manuel Martínez Alonso*

 

Presentación 
Históricamente el término resentimiento ha sido conceptualizado negativamente para señalar, descalificar y desprestigiar a todo aquel sujeto que se atreve a cuestionar el orden social establecido. Tal como lo hace Angenot (2000) al definirlo como una perversión de la producción ideológica actual, que se caracteriza por apoyarse en falsos razonamientos; con esto se descalifica de antemano a todo argumento que pudiera manejar el sujeto categorizado de resentido. Con dicha práctica lo que se busca es inmovilizar, a este sujeto, y a la vez evitar que se le apoye y se sumen a su acción. 

 En general al resentimiento, tradicionalmente, se le ha manejado como un rechazo contra alguien o algo sin suficiente base o justificación, un odio social gratuito (ver Martín Baró, 2003), también se le emplea como sinónimo de rencor. Sin embargo habría que reflexionar sobre esta concepción y comprender que hay un trasfondo ideológico con el cual se busca justificar este sentido. 

 El resentimiento 
Para Castilla del Pino (en Martín-Baró, 2003) esta posición devaluadora, del resentimiento, pone de manifiesto que dicho calificativo se aplica para señalar a todo aquel que tras haber sufrido una situación social desfavorable, pretende cambiar el estado de las cosas a través de la acción política. 

 Desde esta perspectiva, entonces, la historia está plagada de resentidos, las revoluciones son producto de los resentidos, en fin los cambios sociales tienen su génesis en el resentimiento; por tal razón el término tiene que revalorarse; ya que como señala, nuevamente, Castilla del Pino (1985) el estar resentido sensibiliza al sujeto ante las formas injustas de una sociedad rígidamente acomodada en un orden reprobable. El resentimiento ha dado lugar, en cada situación histórica concreta, a un paso más y mejor sobre la estimativa precedente del ser humano; desde esta óptica es generador de valores, como la igualdad y la libertad en sus más variadas y amplias expresiones. En este sentido la consciencia de desigualdad es el punto de partida en toda actitud resentida. 

 Resentir se deriva de “re” que quiere decir volver a, de nuevo u otra vez y de sentir, es decir percibir, experimentar sensaciones o impresiones. Por lo que re-sentir quiere decir volver a sentir, volver a experimentar, el resentimiento sería entonces un estado afectivo que lleva a recordar y ser conscientes de sentimientos que orillan a rememorar; como dijo en su momento Bergson (2007), conciencia significa ante todo memoria. En otros términos el resentimiento conlleva a la memoria y a la consciencia. 

 El resentimiento va en dirección opuesta al olvido, el olvido, por lo común, es la apuesta del poder, es su herramienta, de ahí la frase de uso común de los políticos: hay que dejar el pasado, ver hacia el futuro y vivir en el presente; pero como señalaría el mismo Bergson (2007) vivir puramente en el presente, es lo propio de un animal inferior: el hombre que procede así es un impulsivo. 

 El resentido podrá ser cualquier cosa menos un impulsivo; Como menciona Abbagnano (2007), el resentimiento es un odio impotente contra lo que no puede ser o no se puede tener. En otras palabras se trata de los sujetos imposibilitados, socialmente, para defender su postura en contra de la del poder, es la acción negada que no tiene compensación inmediata, y sin embargo es generador de memoria; el resentido no actúa de forma instantánea pero tampoco olvida. Su acción es la de un sujeto con memoria; por lo mismo su actuación, a la larga, es incomoda para el orden establecido, ya que su sola presencia es un constante recordatorio de que las cosas no están bien. El resentimiento funciona, entonces, como parte de la memoria de la sociedad, la cual también conlleva a la acción como señala Félix Vázquez (2001), La interpretación que hacemos del pasado, nuestra memoria de los acontecimientos, inspira en buena medida la acción. Dicha acción no es solamente una mera reproducción mecánica sino una continua resignificación que lleva a nuevos sentidos y que se traducen en nuevas y diferentes acciones.

 Resulta que el resentimiento no es una cuestión estrictamente individual, más bien es una acción afectivo-colectiva, que se va haciendo patente en las sociedades en la medida en que las desigualdades y conflictos se hacen más profundos; al respecto señala Pablo Fernández (2000) la forma de la afectividad es la sociedad. Es en este sentido fundamental que la afectividad es colectiva; así que no importa lo reducido que sea un sentimiento, éste solo puede ser comprendido en relación a una sociedad. 

 Desde esta perspectiva el resentido nunca está sólo, siempre acaba en compañía de otros resentidos, precisamente por tratarse de un fenómeno tanto afectivo como colectivo; es por esta cualidad que el resentimiento resulta peligroso ya que puede concentrar y movilizar a las personas, en la medida en que estas comparten sentimientos, es decir, el resentimiento genera consensos. 

 El resentimiento es una toma de consciencia de nuestros sentimientos, lo que conlleva a volverlos a experimentar; dicho de otra forma cuando se resiente algo es que nos hemos dado cuenta de ese algo. El resentimiento es el resultado de las contradicciones de una sociedad, una sociedad que no admite sus conflictos difícilmente los logra resolver y por lo mismo es una sociedad generadora de resentidos, los resentidos son, también, la memoria de la sociedad. 

 Estar o ser resentido es ser o estar más sensible ante la desigualdad y la injusticia en el trato. El resentimiento es por lo tanto social pues emerge de la confrontación con los otros, especialmente con esos otros que ostentan el poder y toman medidas arbitrarias; no es casualidad que sean estos últimos los que señalan y califiquen a los que protestan como resentidos, intentando con esto denostar su acción. 

 Sin embargo se pierde de vista que los resentidos no olvidan, más bien, recuerdan, entonces el resentimiento puede aflorar en cualquier momento y lugar, sólo se está en espera de la situación oportuna. El resentido puede ser un sujeto muy paciente e ir acumulando más y más recuerdos que justifiquen finalmente su actuación. 

 Se puede decir por lo tanto que el resentimiento conlleva a la acción; cuando esto pasa, entonces, se habla del desquite, es decir de la restauración de lo perdido o de lo arrebatado. No hay que olvidar que en el fondo de toda revolución o desquite lo que se encuentra es el resentimiento, es decir, la memoria de la desigualdad. 

 Uno puede pensar como privilegiado, aunque no lo sea, su principal característica será la del olvido, o se puede pensar como resentido cuya cualidad es la memoria. 

 Resentimiento y rencor 
Comúnmente se han manejado como sinónimos los términos de rencor y resentimiento, sin embargo, se refieren a formas distintas de manifestar malestar, enojo e inconformidad; por una parte, el rencor se ha definido básicamente como un enojo arraigado y tenaz, aunque el término adecuado debería ser intenso. La palabra rencor proviene del latín rancere que significa rancio, es decir estar descompuesto, echado a perder o simplemente oler mal, el rencor sería el enojo o el odio intenso pero también arraigado, ya que una vez que se genera una aversión hacia el otro difícilmente cambia o desaparece, se mantiene a través del tiempo no importa si tiene o no una fundamentación, las personas generalmente no se lo preguntan.

 El rencor por lo tanto es una antipatía hacia alguien o algo sin una justificación suficiente; pero por otra parte es una manifestación afectiva de y entre los individuos, por lo que no es necesariamente una expresión consensuada, se encuentra limitada al nivel de las experiencias interpersonales. 

 Desde esta perspectiva el rencor es una experiencia personal con un atributo básico: el egoísmo, el rencoroso es un egoísta, ya que trata de aliviar su molestia, lo más pronto posible, a través de pasar sobre el otro, sin importar si tiene culpa o no. El rencor por lo mismo no concentra a la gente, más bien la dispersa, representa los intereses del individuo, a diferencia del resentimiento que representa los sentimientos de una colectividad. 

 El rencor también se caracteriza por su énfasis en el presente, es decir se espera obtener una satisfacción o desahogo inmediato; en este sentido no se busca un desquite con el que nos causó la afrenta sino más bien del que nos podemos aprovechar porque está a nuestro alcance. Todo lo cual bien se puede resumir en el refrán “no busco quien me la hizo sino quien me la pagué”. El rencoroso entonces hace discriminaciones, o sea no actúa en contra de aquellos que tienen mayor poder que él sino de aquellos que supone más débiles o con menos recursos para defenderse. Dicha forma de actuar corresponde, principalmente, a los sujetos que cuentan o ejercen poder, ya que son estos los que tienen la posibilidad de obtener una satisfacción instantánea o por lo menos la de tener un chivo expiatorio. 

 En síntesis, se puede decir que el rencor es un sentimiento que se patentiza o toma forma en el presente, no es necesariamente consensado ni busca la revancha en contra de los que originalmente causaron malestar, sino que reclama una rápida compensación, lo que se logra a costa del desprevenido, o sea, no importa de quien se trate mientras sirva para limpiar las afrentas recibidas. El rencor es el desahogo de los autoritarios sin memoria. 

 En cambio el resentimiento, como ya se mencionó, tiene que ver con la memoria y la afectividad compartida. No se limita únicamente a los individuos sino que está presente en las colectividades. El resentimiento es, para un pueblo, la afectividad hecha fundamentación a través del recuerdo. 

 En este sentido rencor y resentimiento no se refieren a lo mismo, son expresiones afectivas diferentes; sin embargo desde el ejercicio del poder se ha intentado manejar ambas formas como intercambiables, de tal manera que su manejo se dé de forma indiferenciada y lograr así confundir sus sentidos, de tal modo que se presente al resentimiento como sinónimo de rencor y de esta forma desvalorizarlo, presentándolo como algo sumamente negativo. 

 Por el contrario, más bien, se puede estar resentido sin ser rencoroso y ser rencoroso sin estar resentido.

 Privación relativa 
En Psicología Social no es nuevo el estudio del resentimiento, su abordaje ha quedado circunscrito a otros procesos, tal es el caso de la llamada privación o deprivación relativa, la cual es definida como el resentimiento que ocurre cuando los individuos creen que sus resultados o los de su grupo son injustos. Se refiere a la experiencia emocional de la injusticia. (Worchel, S. 2002).

   Los estudios, de corte empírico, (ver Worchel, 2002) al respecto, señalan que las causas que originan la privación relativa se encuentran en los factores críticos de querer y merecer, es decir cuando las personas comparan y se percatan que los resultados de su trabajo no obtienen los mismos beneficios que los de otros semejantes. La resultante de esta situación es la acción, ya que se parte del sentir de que se tiene derecho a obtener una condición similar a la de los demás. 

 La situación se complejiza aun más cuando esto se presenta a nivel de las relaciones intergrupales o categoriales, ya que se parte de la suposición de que el conflicto entre los grupos radica en el resentimiento, el cual tiene consecuencias conductuales. En otros términos, las personas al estar resentidas por el estatus de su grupo actuarán para cambiar dicha situación. 

 Desde esta perspectiva se concibe al resentimiento como un sentimiento que emerge de la percepción de que nuestro grupo es maltratado; este descontento con la condición de su grupo, conlleva a las personas y a los grupos mismos a realizar actos para modificarla. 

 La privación relativa implica, entonces, dos componentes; el cognitivo que se refiere a la percepción de desigualdades entre los grupos y el afectivo que se asocia con un sentimiento de descontento o de insatisfacción provocado por las situaciones que han sido interpretadas como desventajosas. (Guimond, y Tougas, 1996). 

 En términos generales se puede señalar que la privación relativa se caracteriza por: 1) ser un sentimiento de descontento o de injusticia, 2) este sentimiento no es el simple reflejo de las condiciones objetivas existentes, y 3) este sentimiento predispone a las personas a la acción. (Guimond y Tougas, 1996) Se puede decir, por lo tanto, que la privación relativa es una teoría del resentimiento. 

 Esta visión típica de la Psicología Social aunque coincide en entender al resentimiento como un estado afectivo, compartido y generador de acciones; lo restringe al verlo como resultado de una percepción y de una situación que tiene su origen en el presente; olvidando que el resentimiento es producto de una interacción histórica, que se ha generado por las contradicciones y conflictos al interior de la sociedad. En otros términos, pasan por alto que el resentimiento tiene sus antecedentes en las relaciones de desigualdad y marginación social. 

 La comparación social 
Tajfel (1984) lo aborda y explica de otra forma al señalar el papel que juega otra teoría, la de la comparación social a nivel intergrupal. Al respecto la comparación social nos lleva por una especie de continuum que va de la legitimidad a la ilegitimidad percibida de las relaciones intergrupales, esto proporciona un puente que nos permite pasar de la no comparabilidad a la comparabilidad; es decir, en la medida en que un grupo o categoría social acepta su condición como natural no se da ese proceso, por el contrario cuando un grupo o categoría social concibe su situación como injusta se presenta ese proceso de comparabilidad-ilegitimidad. Como señaló en su momento Blumer (ver Guimond y Tougas, 1996), lo importante no es tanto las desigualdades sino la forma en la que se interpretan éstas. 

Se podría decir que en la medida en que los grupos cobran consciencia de su situación son resentidos y esto es lo que en un momento dado lleva al establecimiento de comparaciones, las que a su vez conducen a la acción social cuyo objetivo básico es un cambio en el orden establecido. 

 Desde el poder se buscaría, entonces, evitar que los grupos establecieran comparaciones que los llevasen a la movilización. Algo mencionaba Durkheim al respecto, al plantear que “lo que se necesita para que reine el orden social es que la masa de los hombres esté contenta con su suerte. Pero lo que se necesita para que estén contentos, no es que tengan más o menos, sino que estén convencidos de que no tienen derecho a más”. (ver Tajfel, 1984) 

 Conclusión 
Finalmente reflexionar sobre el resentimiento tiene un sentido práctico, el poder comprender y explicar los movimientos sociales que acontecen en nuestro medio. El movimiento magisterial disidente, el indígena, Atenco, el Barzón, el EZLN entre otros son claros ejemplos de esta dinámica que se suscita entre los que ostentan el poder y los que no lo tienen, entre los que optan por el rencor y el olvido, y los que optan por el resentimiento y la memoria. 

 Referencias: 
 • Abbagnano, N. (2007). Diccionario de filosofía. Fondo de Cultura Económica. México. 
• Angenot, M (2000). “Sobre el resentimiento”, en Hassoun, P. La envidia y el deseo. Idea books. Barcelona. 
• Bergson, H (2007). Materia y memoria. Ensayo sobre la relación del cuerpo con el espíritu. Edit. Cactus. Buenos Aires. 
• Castilla del Pino, C. (1985). “Para una sociogénesis del resentimiento”. En Martín-Baró, I. Problemas de psicología social en América latina. UCA editores. San Salvador. 
• Fernández, P. (2000). La afectividad colectiva. Taurus. México. 
• Guimond, S. y Tougas, F. (1996) “Sentimientos de injusticia y acciones colectivas: La privación relativa”, en Bourhis, R. y Leyens, J. Estereotipos, discriminación y relaciones entre grupos. McGraw-Hill. Madrid. 
• Martín-Baró, I. (2003). Poder, ideología y violencia. Trotta. Madrid. 
• Tajfel, H. (1984). Grupos humanos y categorías sociales. Herder. Barcelona. 
• Vázquez, F. (2001). La memoria como acción social. Relaciones, significados e imaginario. Paidós. Barcelona. 
• Worchel, S. et al (2002). Psicología Social. Thomson. México.

*Licenciado en Psicología y Maestría en Psicología Social por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.. Docente de la Licenciatura de Psicología de la UAT


Alexandre Cabanel: El ángel caído.  Francia, 1847




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