Parménides, antes que Platón, estableció las bases del pensamiento filosófico, la clara y contundente lógica con la que estableció “el ser es, el no ser, no es”, está basado en las raíces matemática-pitagóricas de su pensamiento, es decir, que sólo puede manifestarse como ser aquello que, como las matemáticas, sea universal, necesario e inmutable, exclusivamente lo que pensamos de forma racional, mientras que la realidad que vemos, por más que nos duela, es mera apariencia efímera, que ocurre durante un breve instante dentro del interminable fluir del tiempo, que ocurre por mera casualidad. Así, antes de que naciera 2 + 2 = 4, cuando yo muera: 2 + 2 = 4, hace 500 años: 2 + 2 = 4, dentro de tres mil años en el futuro: 2 + 2 = 4, esto es verdadero para todas las personas de todas las épocas y de todos los lugares. En cambio, las opiniones solo me atañen a mí, son particulares y como la de cualquiera, cambia constantemente (por ejemplo, las distintas formas de juzgar algo, a lo largo de nuestra vida, desde nuestra infancia hasta nuestra madurez). Las matemáticas tienen estas cualidades, lo universal y necesario, porque son entes ideales, existen, de acuerdo con la propuesta parmenideana, universalmente en los pensamientos de todas las personas, pero no dependen de sus pensamientos personales, lo que sientan o de las circunstancias en las que vivan; de lo contrario, con su muerte las ideas también morirían. En cambio, nuestra opinión está atada a las circunstancias que vivimos, expresan una visión singular; otras personas estarán en desacuerdo con ésta. Una de las implicaciones de su pensamiento es que no hay conocimiento de los entes particulares, éstos se degradan, ya que sólo puede haber conocimiento de lo perene. Sócrates y Platón, especialmente este último, continuaron la propuesta pitagórico- parmenideana y se dedicaron a encontrar conceptos universales y necesarios del amor, la amistad, la justicia, etc.
Kant: ante las ilusiones por escapar de nuestro destino, nos ayudó a especificar la imposibilidad de la metafísica: el ser humano es el legislador del mundo, al cual le impone las huellas de su propia racionalidad: el tiempo, el espacio, la causalidad que vincula las cosas, las leyes que vemos en éstas, así como nuestras categorías, son un orden que las personas proyectan sobre el caos del mundo físico y así lo comprendemos racionalmente. Pero más allá de estas fronteras que nos pone nuestro propio aparato cognitivo, es imposible saber qué ocurre, si es que algo ocurre. La hipótesis de un principio divino guiando la racionalidad del mundo, o saber si este universo tiene un propósito, es imposible saberlo. Pero… ¿Qué pasa en nuestro mundo de relaciones humanas? Si Dios no existe ¿todo está permitido? Entonces actúa como si existiera…
Hegel me hace ciudadano del mundo, nos solo somos miembros de una familia o de una comunidad, todos somos parte de un mismo espíritu universal que sobrevive a nuestra muerte como individuos, esto es la cultura, que es algo exclusivamente humano; y nuestro propósito “divino” es caminar hacia una sociedad más justa y racional, pero cuya vía es muy larga… el sacrificio de nuestra individualidad es fundamental para que algún día nuestros descendientes lo alcancen… si esto fuera posible…
Para Marx el problema filosófico del Ser tiene un origen humilde: es nuestra praxis la creadora de la realidad. La praxis es una actividad histórica como ya lo sabia Hegel, que constituye la realidad social en la que vivimos y de la cual no podemos salir; todo lo que vivimos es un mundo humanizado, “lo real” no es atrapado por un observador pasivo ante el mundo, lo real es lo que aparece cuando, por medio del trabajo vamos satisfaciendo nuestras necesidades en un intercambio “metabólico” con el mundo natural; ésta va pasando por el prisma de nuestras necesidades, nuestra mirada capta en ella aquello que le es provechoso, siendo moldeada por nuestra corporeidad y nuestras herramientas físicas y culturales, mientras esta relación crea las condiciones de nuestra existencia; cuando miramos a la naturaleza, no lo hacemos desde un dispositivo cognitivo abstracto desligado de nuestra historia; así nace “la realidad del mundo”; pero es, también, una realidad definida en sus reglas por el interés mezquino que todo lo define como provechosos para el lucro individual, que deriva en la explotación del hombre por el hombre; para desaparecerla, es necesario transformarla, generando las condiciones para que comience la verdadera historia de la humanidad: una en la cual habremos logrado superar el tiempo, como en el que están atrapados los animales, de la mera lucha por nuestra supervivencia biológica. Con Marx la filosofía sale de los templos universitarios e intenta hacerse realidad en las calles a través del hombre común: “Hasta el momento, los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”
Gramsci es el hombre común convertido en filósofo, interesado en la vida cotidiana y en la lucha por transformarla; pero el fascismo lo pone en una celda, así se se ve obligado a ser sólo un filósofo, y lo sorprendente es que en los años 30 del siglo XX hace enormes aportaciones a la filosofía política y la filosofía en general que aún no han sido suficientemente valoradas. El poder de la cultura, y no del Estado como lugar en el que se entretejen las relaciones de poder; el papel de hombres oscuros para que, mediante la disciplina y reglamentos del trabajo, transformen la “naturaleza humana” desde los centros de trabajo, las escuelas o desde el tiempo de ocio, con su concepto de “intelectuales orgánicos”; Enfatiza el papel del lenguaje ligado a la praxis como un mecanismo vital para definir la realidad en detrimento de otras posibles “realidades”, por ejemplo mediante el uso de una gramática que unifica la forma originalmente heterogénea de hablar los pueblos en un único modelo de lengua nacional, preparando las condiciones de un sujeto o espíritu colectivo. Michel Foucault en los años 60 tendría una óptica similar en su obra, pero Foucault sería objeto de los reflectores mientras Gramsci permanece en la sombra.
Maurice Merleau-Ponty: con raíces en la fenomenología de Husserl, presta centralidad al cuerpo, al cual entiende como algo cotidiano, no es mi mente la que me abre el horizonte de la realidad, sino mi corporeidad. No es empirista, pues no es una experiencia fragmentada y mecánica la que tenemos del mundo a partir de nuestro cuerpo. El ser lleva la marca de nuestra corporeidad. Por ejemplo, ¿por qué miro un cuadro como algo lleno de significado (la habitación de van Gogh, quizás…)? Porqué proyecto mis esquemas corporales, a manera de una metáfora, a una dimensión plana (en la que no hay acción corporal), haciendo que el cuadro se llene de significado, pues con esta proyección habito la superficie plana y bidimensional del lienzo de la pintura.
Wittgenstein I y II. La teoría referencial del significado de
las proposiciones de la ciencia parecen ser una continuadora de Kant y su crítica de la razón pura. Los enunciados metafísicos son “sinsentidos”, pues no tienen referencia: cuando se enuncia éstos, no podemos saber si son verdaderos o falsos, pues al no poder observarlos públicamente, no tienen condiciones de verdad. Hay dos maneras de verificar la verdad de nuestras proposiciones: por referencia a lo dado y por su construcción lógica, en este segundo caso, los enunciados se verifican por su forma lógica que siempre los hace, a priori, verdaderos, por ejemplo, “llueve o no llueva”. Hay dentro de este padre del neopositivismo, que escribe sus reflexiones desde las trincheras de la primera guerra mundial, un Platón que afirma: “la lógica envuelve al mundo”. Wittgenstein II tiene una muy distinta teoría del significado, al parecer con una secreta conexión con el marxismo y su estancia en la Unión Soviética: el lenguaje tiene significado, mejor dicho, los distintos lenguajes, por su conexión con distintas actividades. Cuando verificamos un enunciado no miramos a lo dado, sino a su contexto de actividades que le dan sentido; es decir, nuestra praxis y nuestro acoplamiento con los otros gracias al lenguaje, es el generador del ser.
Heidegger, en la interpretación cognitiva de Hubert Dreyfus, propone que el dasein no es un sujeto consciente encerrado en un cuerpo al que se siente ajeno, sino un ser humano, junto con otros, conectado al mundo mediante su cuerpo, su lenguaje, sus emociones y destrezas. Ese es el sentido de estar-en-el-mundo. Al igual que en Marx y Wittgenstein II, el ser deviene por sus acciones cotidianas, por ejemplo, un lápiz, es un “útil” cultural que lleva implícitos un conjunto de símbolos adecuados a las estructuras corporales y destrezas del dasein; al escribir, el dasein realiza el ser del lápiz y de sí mismo, aunque no escriba nada al respecto. Pero al escribir, como filósofo, debería percatarse de esta conexión, sin embargo, escribir como filósofo es algo que generalmente ocurre cuando el mundo deja de funcionar (todos los lápices del mundo no nos dejan escribir, contemplamos el mundo detenido), y aparece la conciencia como un fenómeno separado de la praxis y el dasein comienza a hacerse preguntas, algunas o muchas de ellas complemente absurdas, pues su conexión mundana con el mundo es un punto ciego.
Filósofos que no amo, ni odio, sino considero controvertidos y éticamente muy cuestionables: la filósofa norteamericana Ayn Rand: se declara objetivista y con esto afirma el más radical empirismo, es decir la moderna sociedad capitalista y el libre mercado, la libertad individual, no son construcciones sociales, entre otras posibles, que orientan la actividad económica, sino leyes existentes, duras y objetivas; el libre-mercado es un proceso natural, que obedece sus propias reglas, con independencia de la ética y la cognición humana, siguiendo una ciega e implacable necesidad, que tiene como correlativo, un sujeto racional, egoísta y con afán de lucro: El capitalismo es el sistema económico más adecuado para “nuestra naturaleza” racional y egoísta, señala en “Anthem”:
“El hombre- cada hombre- es un fin en sí mismo, y no un medio para los fines de los demás; debe vivir por su propio propósito, sin sacrificarse para otros o sacrificar a otros para sí. Debe trabajar por su propio interés racional y lograr su propia felicidad como el propósito moral más alto de su vida". Así afirma un postulado en el cual, los otros son el enemigo, y el desarrollo hacia el progreso se caracteriza por la extensión de una cultura del individualismo:
"Civilización es el proceso por el que el hombre se libera de los hombres." "La mayor virtud: la capacidad de hacer dinero", dice en Capitalism: The Unknown Ideal. El lucro es el máximo valor, para este conjunto de filósofos y economistas neoliberales; para ellos todo aquello que restrinja su derecho a hacer negocios es totalitario. Todo debería sr regulado por las leyes de la oferta y la demanda En mi tesis de maestría sostengo que toda esta vertiente, neodarwinista o mejor dicho spencerista, considera a la sociedad como una relación entre depredadores y presas. Es la ley del más (económicamente) fuerte la que determina nuestro lugar en la muy jerarquizada cumbre del mundo social, o nuestra extinción.
Filósofos de mis amores por Abraham Galarza Cid se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0